De la mano del fallecido novelista Elmore Leonard y algunos guionistas más, regresa el marshal Raylan Givens (Timothy Olyphant), no a Miami, de donde fue mandado a Kentucky por sus no tan buenas pero decisivas acciones a punta de pistola, en el magnífico serial policiaco Justified.

Sin embargo, no regresa a territorio de los recién eliminados Delfines de Miami, sino al indómito Detroit, tierra de leones, donde va tras el escurridizo asesino de Oklahoma, Clement Mansell (Boyd Holbrock), que es un paradójico extremista a la hora de exprimirle balas a su pistola.

Para colmo, también tiene que lidiar con la educación de la punk de su quinceañera hija.

Se trata, ya lo habrán adivinado, de un Givens, estrella de la serie Justified de seis exitosas temporadas con 78 capítulos, donde el imprevisible US marshal de sombrero de ala ancha cree que vive en el Salvaje Oeste y que, a pesar de haber dado el viejazo, todavía tiene fuerzas vengativas y un guardadito de esperma por si se le atraviesa alguna hembra que quiera su calor, no importando si están dentro o fuera de la ley. El peso de las tramas descansa en la otra variante de las novelas de Leonard, las del oeste moderno, donde el héroe es complejamente efectivo como engañoso cuando se desenvuelve en la acción y el humor.

Todo el muy creíble reparto (Aunjanue Ellis, Vondie Curtis Hall, Adelaide Clemens, Marin Ireland…) e incluso su jefe desde la primera temporada, Matt Craven y otros, se despachan con la cuchara grande, donde Clement Mansell, con una suerte perra, la libra contra toda clase de trampas mortales (incluyendo la educación de la rebelde hija del aguacil), mafias albanesas y toda suerte de calamidades que se dan en la trama original de City primeval: High noon in Detroit.

La aplicación de la ley, según Givens, es antológica a pesar de todos los peros que se le puedan poner a una historia arriesgada, como la de revivir una serie con estatus de mítica excelentemente desarrollada.

Ya era hora de traer de nuevo a uno de los héroes de acción que, aunque retardada, resulta mucho mejor que el decepcionante Liam Neeson, que desde hace varias películas, perdió la brújula y se convirtió en un venerable abuelo. Mientras tanto, arriesgarse con un personaje que, en su momento pudo haber dado más, nos habla de cómo está la televisión ahora, carcomida por superhéroes de acción, historias soporíferas de supuestas familias americanas modelo, amor rebajado, niños salidos del infierno, historia de true crimen rebajado y demás patrañas que ofrece la televisión de paga hoy en día.

El final de la estancia de Raylan en la otrora ciudad del automovilismo endemoniado que es Detroit —que por cierto, juegan mañana para ver si pueden ganarse un lugar en la contienda del Superbowl— es una maravilla que deja la puerta más que abierta para nuevos episodios, o para que el amor del aguacil vuelva a aterrizar en un importante estrato del poder político, en manos de una aguerrida hembra. Y todavía hay un guiño más para los fanáticos de la serie: cuando un tremendo personaje sale de la cárcel. O sea que habrá más de lo que, en su momento, se dio.

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