Hoy tenemos muchas noticias. Selecciono una buena y una mala. La buena es que, en más de cien ciudades de México y otros países, cientos y cientos de miles volvimos a salir a las calles y las plazas en defensa de la democracia y del INE. En la Ciudad de México el Zócalo se desbordó y la consigna fue unánime: “El INE no se toca y mi voto tampoco”. El mensaje de la ciudadanía es claro y contundente: en la conquista de la democracia, los derechos y las libertades, ni un paso atrás.

Se trató de una gran concentración que destaca por la contundencia del mensaje y la convicción de los asistentes en torno a lo que se exige: respeto a la Constitución, la democracia y la libertad, a nuestras instituciones y a la posibilidad de contar con elecciones libres, auténticas, justas y con resultados creíbles. Los ministros de la Suprema Corte de Justicia deberán ser sensibles a este reclamo al que nadie debería oponerse. No tiene sentido cambiar lo que funciona bien y ha dado estupendos resultados. Menos, cuando se hace desde el poder, con rencor y embustes, fuera de los tiempos pertinentes, sin acuerdo ni consenso con los partidos, en contra de las organizaciones y los sectores de la sociedad. No cejaremos en la lucha hasta ganar esta batalla.

El otro asunto al que me referiré es fundamental para nuestro país. Me refiero al combate contra la pobreza y una de las supuestas prioridades de López Obrador, que esta encaminándose a ser uno de los grandes fracasos de su gobierno. Esto es explicable: con colaboradores que tienen noventa por ciento de lealtad y diez por ciento de capacidad, con pésimas políticas públicas y peores programas, es imposible esperar resultados que permitan derrotar al flagelo de siempre: la pobreza.

En 2018 México tenía poco más de 122 millones de habitantes, 51.9 de los cuales vivían en condiciones de pobreza. De ellos, 8.7 millones vivían en pobreza extrema. De acuerdo con las cifras oficiales, dos años después la cifra de pobres pasó a ser de 55.7 millones y la de los pobres extremos aumentó a 10.8 millones de personas (Coneval, Informe de Evaluación de la Política de Desarrollo Social 2022). Todos los indicadores de pobreza mostraron un deterioro. En especial, la carencia de acceso a la salud aumentó significativamente al afectar a 15.6 millones más de personas, principalmente la población rural, es decir los menos favorecidos.

De acuerdo con el informe del PNUD (2022) sobre desarrollo humano, empeoramos en ese indicador, continúa la terrible desigualdad, perdimos cinco años de esperanza de vida al nacimiento y solo superamos en la región a Haití, Bolivia, Guyana, Guatemala, San Vicente y Honduras, además de que estamos lejos de Chile, Costa Rica, Panamá, Argentina o Uruguay. Somos el lugar 25 entre 31 naciones. La concentración de la riqueza se hace evidente al reconocer que somos el país 171 entre 173 cuando se analiza la acumulación de recursos en el uno por ciento de la población más favorecida. Solo superamos a Mozambique y la República Central Africana.

Las malas decisiones, los pésimos colaboradores, el criminal manejo de la pandemia y la salud, la fallida política económica y la obsesión por mantener el poder político a toda costa, ¡se han traducido en pobreza, mayor concentración de la riqueza y muerte! ¿Pues qué no se suponía que “primero los pobres”?

Ex Rector de la UNAM

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