Para escribir esta colaboración, me saltó la duda: ¿tiene caso hacer más comentarios sobre la violencia hacia la mujer, en pleno crecimiento de los contagios por el virus Covid-19 en México? ¿Habrá quien esté pendiente del tema para analizarlo y reflexionarlo? Pero, sobre todo, ¿hay la voluntad en las diferentes instituciones del Estado Mexicano, para presentar planes de acción que atiendan las consecuencias de la contingencia? ¿No será que las y los responsables de áreas específicas de atención a las mujeres, también están ocupadas con la pandemia?

He leído diferentes artículos en la prensa, con diferentes estadísticas y análisis. Y sin querer hacer un resumen porque sería pretencioso, dada la calidad de información que aportan quienes han escrito, se puede llegar a una primera conclusión: el confinamiento sí ha ocasionado que aumente la violencia intrafamiliar. La segunda es tanto o más preocupante que la primera: las estadísticas no la reflejan, dado que la mayoría de las instancias de los gobiernos locales y federal, no están trabajando, y no digamos físicamente, porque el personal está en casa, pero el tema es, que hay muy pocas estrategias para la atención de aquellas mujeres que hoy sufren violencia y, sobre todo carencias, a pesar de estar resguardadas.

Otra conclusión que se observa es que la violencia que sufren mujeres, es escalable; a mayor tiempo de confinamiento, mayores efectos. Y una última reflexión es que no se avizora, no se conoce, una propuesta de solución integral. Incluso, ha habido autoridades que insisten en afirmar que no está aumentando, que no es cierto.

Por ello la respuesta a mi pregunta, ¿se debe insistir en el tema?, es sí. Porque los lineamientos para atender la contingencia sanitaria se definen a diario y en ellos se vislumbra que aun viene la parte más dura del contagio. El debate está volcado en las alternativas que se piden y en las que se ofrecen para contener la debacle económica.

Pero necesitamos valorar que se trata de atender a más de la mitad de la población, que hoy está viviendo una circunstancia muy especial y delicada. LAS MUJERES, así con mayúscula. La pandemia se va a superar, ya sea por las acciones de las autoridades o por la conciencia de buena parte de la población que ha podido quedarse en casa. Y aunque no hay fechas, hay cálculos, de acuerdo con la experiencia de otros países y por indicadores locales, de cuándo veremos la luz al otro lado del túnel. Pero para la violencia de género, ¿hay cálculo de cuándo se va a atender? Y no digo a resolver, porque sería mucho pedir.

Claro que vamos a regresar paulatinamente a las actividades. Las escuelas y universidades, y los servicios de gobierno retomarán su paso; la planta productiva, la que quede, realizará su mayor esfuerzo para reactivarse. Si bien nada será igual para nadie después de esta sacudida, todos debemos poner con trabajo y amor a México, lo mejor para tomar un nuevo y mejor rumbo.

Pero el tema seguirá ahí. No se resolverá solo, ni siquiera porque la pandemia nos haga mejores personas. Hay vicios que no se erradican fácilmente. A todos nos recomiendan que estos días ordenemos los cajones de la casa como terapia, que hagamos un análisis introspectivo de lo bueno y malo que nos pasa y de nuestro entorno, para que, al regresar a la actividad social, vayamos con menos lastres.

Así debiera reaccionar el Estado, con la VOLUNTAD de quienes hoy tienen la responsabilidad constitucional y legal de atender el tema. Aprovechar para armar acciones coordinadas en todas las áreas de la administración pública, con el Poder Judicial Federal y los estados, incluyendo a la CDMX. Mucho reconocerán las mujeres, violentadas o no, el esfuerzo que hoy se realice. Y lo que hoy se haga como plan emergente, será la base para darle continuidad a la atención, cuando se pueda salir. De no aprovechar este tiempo, las denuncias, los reclamos, la estadística real y la demanda social de las mujeres, será la nueva crisis para México.


Exgobernador de Hidalgo

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