El gobierno federal resolvió desaparecer el FONDEN. Justo lo hizo, cuando iniciaba la época de huracanes, que surgen tanto en el Mar Caribe, como el Océano Pacífico, fenómenos naturales que afectan durante más de cinco meses al territorio nacional. La razón, se nos justificó simple y llanamente, en el combate a la corrupción, sin demostrar ningún hecho que lo acreditara.

Extinguir este fondo, formó parte del acuerdo que canceló un paquete de varios fideicomisos. Por la misma razón, la acusación de corrupción sin ninguna prueba. Por lo que ha quedado vigente la suspicacia, que su eliminación buscó concentrar el manejo de los recursos en la Secretaría de Hacienda, para que defina cuanto, cuándo y cómo los asigna sin reglas para cada programa.

Por experiencia propia, afirmo que el FONDEN, es más que necesario para las regiones que son son frecuentemente afectadas por fenómenos o desastres naturales. Huracanes o sus etapas y los temblores que llegan a ser terremotos. Millones de personas hemos vivido sus efectos.

El fondo siempre tuvo reglas de operación que guardaban dos características: por una parte, eran muy estrictas para que los informes de daños físicos, a la infraestructura y a la población, se apegaran a la verdad y por otra, permitía una pronta respuesta de instituciones y autoridades, en el auxilio de quienes resultaban realmente afectados.

En el caso de una intensa lluvia, por ejemplo, causada por huracán o tromba y con la anticipación posible, el Sistema Nacional de Protección Civil o la CONAGUA, alertaban a las autoridades correspondientes locales. Los gobiernos estatales activaban alertas municipales. Se instalaba el Consejo Estatal de protección Civil, compuesto por servidores públicos estatales y federales. Todo ello en cuestión de horas.

Una vez analizada la gravedad de la afectación, dos hechos fundamentales pasaban, el Ejército Mexicano o la Marina Armada, ponían en macha el Plan DN III o el Plan Marina, según el territorio de que se tratara; y la CONAGUA emitía la declaratoria de emergencia, con los primeros informes del Consejo instalado. Esta segunda etapa se daba en menos de 48 horas.

De forma paralela pero inmediata, el FONDEN enviaba despensas, artículos de primeros auxilios, utensilios de limpieza, equipos de rescate, etc. Las fuerzas armadas instalaban y operaban cocinas y comedores, servicios médicos de primeros auxilios. En lo local, funcionaron albergues, sistemas de información, atención médica hospitalaria entre otros apoyos. Todo se acordaba en el comité mixto instalado. El FONDEN exigía una gran coordinación y pronta respuesta.

Los daños se evaluaban área por área. Recorrían las zonas afectadas las dependencias federales y locales. Informaban al consejo Estatal quien autorizaba los informes. Este consejo garantizaba la certeza de la información, por lo que no había cabida para la simulación, para ocultar o agregar datos. Y por lo especializado de cada informe, surgía un plan concreto para la reparación de daños y la atención de quienes sufrieron afectaciones físicas o patrimoniales.

¿De quien dependía la decisión del monto de los daños y de la forma de sufragarlos? De todos y de nadie. Bastaba cumplir las reglas. Tener informes exactos y oportunos, para establecer la cuantía de lo necesario, para tramitarlo y operarlo. Las obras también eran sujetas a supervisión y evaluación, tanto por las autoridades que normalmente vigilan, como por el propio sistema de protección civil.

Qué pasó en Tula, Hidalgo, ya sin el FONDEN. Ninguna alerta que permitiera prevenir y salvaguardar. Acusaciones de los encargados, nadie acepta la responsabilidad por la falta de aviso a tiempo. Por respuesta inmediata, solo el caos y el desorden. Las autoridades locales respondieron rápido, pero con los recursos a la mano. Como siempre el Ejército Mexicano, cumpliéndole a su pueblo, apoyó en los momentos difíciles.

El FONDEN no puede estar sujeto a la discrecionalidad y al criterio personal de quienes no tienen experiencia en el manejo de crisis. Se necesita, es indispensable. Con reglas estrictas pero que opere oportunamente. De ello dependen vidas y patrimonio social y familiar. De nada sirven los recursos en una gran bolsa si no llegan con prontitud.

A 27 días de la tragedia en Tula, los recursos federales, presupuestados para desastres, no han llegado.

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