México es una nación que tiene desarrollada una vocación constitucional. La lograron varias generaciones de auténticos patriotas, a lo largo de décadas de constantes cambios, incluso de guerras intestinas. Por lo que nuestro constitucionalismo no es casual ni producto de un régimen o un periodo de gobierno. Por ello se afirma, que la sociedad tiene una visión institucional, cuando se trata de analizar las actividades públicas. Somos un pueblo institucional, porque creemos en el valor y fuerza de la Constitución.

Es necesario no perder de vista que toda decisión, que toda actividad de los factores de poder, está regulada por la constitución, misma que otorga facultades, pero asigna grandes responsabilidades. Es este ordenamiento superior, el que le da vigencia y forma, al Estado mexicano y sobre todo a sus instituciones. Entre ellas, a los Poderes de la Unión, por medio de los cuales el Pueblo, ejerce su soberanía.

La institución en la que descansan, por mandato constitucional, las facultades ejecutivas de mayor relevancia, sin duda es en la figura del Presidente de los Estados Unidos Mexicanos. Y por tradición, no obstante que se aclara en la carta fundamental, que el poder público se deposita en un esquema de división de poderes, tenemos un régimen presidencial, al que siempre hemos reconocido como la columna vertebral del funcionamiento institucional.

En su mismo texto, la Constitución vigente mantiene muchas características, pero para este caso debo resaltar, que preserva derechos humanos reconocidos incluso por la comunidad internacional, además postula principios y valores universales, que reflejan nuestra identidad y nuestras aspiraciones como nación. Nos reconocemos, dice la constitución, como una República, esto es como el país de todos y para todos.

En estos días se habla de intentos de grupos por desestabilizar al país, por medio de poner en evidencia a sus instituciones, la más señalada en ese probable escenario, es la institución Presidencial.

Aquí analizo, lo que mejor conviene para mantener la viabilidad de la nación, es la plena vigencia de la constitución y de las instituciones a las que les da origen y sustento legítimo. Por lo que es necesario defenderla, para que se aplique cabalmente, defenderla para que sus aspiraciones, se conserven íntegras, defenderla de cualquier intento de ponerla al servicio de intereses particulares.

Lo mismo debe pasar con la figura Presidencial. Nadie puede pensar en que un Presidente legal y legítimamente constituido, no termine su mandato. Nadie puede pensar que un estado de caos y de ingobernabilidad, pueda ser lo mejor para México.

Pero, así como es necesario defender a la institución superior que es la Constitución y a figuras relevantes como la Presidencia, es necesario, preservar, alentar, cuidar y desde luego defender, instituciones como la libertad de asociación política, la libertad de expresión, la garantía de tener un trabajo digno, remunerado y formal. Defender los derechos humanos de personas físicas y morales y a todo gobierno, legalmente constituido, federal o estatal.

Ya decíamos que somos una República. Y aunque gobierne una mayoría, nunca deben dejarse de lado los derechos de las minorías, que sumadas, llegan a representar, una parte mayor de la población. Cuando se quiera caer en la tentación de reformar instituciones, se debe tomar en cuenta el interés colectivo, por encima de propuestas que parecen buenas ideas.

Así los mexicanos, vamos a estar pendientes y en alerta, cuando se quiera atentar contra la Presidencia, pero también cuando quieran limitar derechos, como el de formar bloques, mientras lo hagan dentro de la ley, porque es un derecho protegido por la constitución. Estaremos alertas cuando se quiera desmantelar al INE; en el momento que se atente contra los recursos de los trabajadores, porque son de ellos son las AFORES. Lo mismo, con otros órganos autónomos, cuando transite la iniciativa de concentrar poder en pocas manos, al crear uno solo, que será obeso, lento, burocrático y sin mantener el principio de la especialización.

La constitución no permite acumulación de poder ni de funciones. Establece como principio básico de las relaciones políticas y sociales, al equilibrio. Es necesario defender a la constitución, por los cauces que ella misma marca. Defenderla como defendemos a la familia, como debemos defender a México.

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