Al no tener muchos logros qué presumir hasta ahora, el obradorismo divulga con bombo y platillo el avance registrado por México en el Índice de Percepción de la Corrupción que elabora Transparencia Internacional. Pasamos del lugar 138 al 130 entre 180 países. Suena muy bien, pero conviene ver los detalles para no generar falsas conclusiones.

1) El lugar entre los países encuestados puede dar una idea de cómo vamos, pero puede ser engañosa, pues eso tiene que ver con cómo avanzan o retroceden también otros países, pero en ello nuestro gobierno no incide. El indicador importante es la calificación de cada país entre el 0 (más corrupto) y 100 (menos corrupto). Nuestro peor año fue en 1991, con 27 puntos.

2) Ahora, México pasó de 28 a 29; avance de solo un punto, que suena menos alentador que subir ocho lugares entre los países. Desde luego con esto se frena la tendencia a la caída, pues en 2015 teníamos 34 puntos, y de ahí se descendió hasta llegar a 28 en 2018. Así, el esfuerzo actual, si es real y eficaz, tendrá que traducirse en un avance continuo.

3) También hay que recordar que percepción no necesariamente es realidad. Este es un indicador de percepción. Desde luego hay una relación causal entre buen desempeño y la percepción. Así, los países que aparecen en primer lugar del índice es porque en efecto tienen niveles de corrupción bastante bajos, lo cual repercute en la experiencia cotidiana de los ciudadanos, que se traduce en el índice de percepción. Pero eso debe ocurrir a lo largo de cierto tiempo para que se pueda considerar que la percepción corresponde en efecto con la realidad.

4) Y es que otros factores distintos a la realidad pueden incidir en la percepción; por ejemplo, las expectativas de cambio que un nuevo gobierno, o bien el hecho de que se le crea al presidente cuando asegura diariamente que la corrupción se está combatiendo, y eso se da por hecho. Eso ocurrió también en los primeros años de Vicente Fox, cuando se generó la expectativa de que se combatiría seriamente la corrupción. Así, en el 2000 registrábamos 33 puntos, y a sólo un año, en 2001, habíamos subido a 37. ¿Era un cambio real o reflejo del entusiasmo por el cambio? El año siguiente el puntaje empezó a descender, a 36. Pero al terminar ese sexenio el índice era de 33 puntos, igual que en 2000. Pese a lo cual el promedio de ese gobierno fue de 34, frente a 32 de Zedillo, de Calderón y Peña. Y sin embargo, no se avanzó gran cosa. El avance fue ilusorio. Así pues, un esfuerzo real de este gobierno tendría que reflejarse en una alza de puntaje consistente y continuo a lo largo del sexenio, y terminar en 2024 mejor que en 2018.

Profesor afiliado del CIDE
@ JACre spo1

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