López Obrador busca la gloria histórica. Y por ello insiste en su maniqueo anacrónico discurso de liberales contra conservadores (que repite sin falta en cada mañanera). Pero justo por ese discurso ramplón tuvo AMLO que rebautizar a los neoliberales como conservadores, porque los liberales del siglo XIX tienen más similitudes con los actuales neoliberales que con los antiguos conservadores. López Obrador hace especial énfasis en la figura de Benito Juárez (que inspiró su nombre a Mussolini, motivo de orgullo nacional). Se presenta así como nacionalista, liberal, indigenista, federalista y republicano.

Pero hay varios elementos de AMLO propios del conservadurismo que tanto repudia (los del s.XIX); centralismo político, un régimen personalista y un discurso confesional de Estado. Sin duda hay algunas similitudes con Juárez, pero que no necesariamente lo dejan bien parado. En algunos casos, incluso Juárez queda peor que el mismo AMLO (que ya es decir). Juárez se sentía la encarnación del pueblo y la República, por lo que buscó preservar el poder por vías legales o no. Descalificaba a quienes de entre los liberales cuestionaran sus criterios como traidores (y sí, conservadores).

Recurrió a varios fraudes electorales, reconocidos incluso por los propios liberales (como Ireneo Paz), y cuando se terminó su periodo presidencial extraordinario, el cargo correspondía a el General Jesús González Ortega, a la sazón presidente de la Suprema Corte y vencedor de los conservadores en la decisiva batalla de Calpuyapan. Juárez lo envió a una misión a Estados Unidos y acto seguido lo acusó de abandonar el país en situación crítica, ante lo cual desconoció su presidencia y lo mandó encarcelar para deshacerse políticamente de él, en lo que se conoció como “golpe del paso del norte”. Todo un ardid tan truculento como antidemocrático. Juárez no reconocía derrotas (como AMLO). González Ortega escribió el siguiente reclamo: “Yo he defendido al Gobierno del Sr. Juárez con mi espada y con mi voz...

pero yo ni honro ni he honrado a quien deshonra a mi país, a quien con un hecho oficial le grita al mundo que México no tiene leyes, porque ellas sólo sirven para romperse cuando así conviene a la voluntad de un mandarín... llámese Comonfort o llámese Juárez”. En estricto sentido, el presidente legítimo era González Ortega y Juárez fue espurio hasta que la guerra terminó y se hicieron nuevos comicios.

Por otra parte, el discurso indigenista del Benemérito normalmente se quedaba en eso; retórica. No hizo gran cosa por mejorar en serio las condiciones de campesinos e indígenas. Maximiliano desplegó un intento genuino para ese fin, pero los conservadores (los de a de veras), lo obstruyeron. Y no digamos su política hacia Estados Unidos; hablaba de nacionalismo, soberanía y dignidad. En los hechos, aprobó el Tratado de McLane Ocampo que comprometía la soberanía nacional. Y sus apologistas dicen que fue algo calculado para que no se aprobara. Pero eso dependía del Senado norteamericano, no de Juárez.

No fue ratificado, pero en el ínterin Juárez lo utilizó contra los conservadores. Solicitó en virtud del tratado la intervención directa naval a Estados Unidos para desmantelar un ataque en pinza a Veracruz, de Miramón por tierra y dos fragatas. Al detener el capitán Turner esas fragatas, Miramón se retiró y la balanza se inclinó a favor de los liberales. Hoy llamar a la intervención militar de una potencia en un conflicto interno sería alta traición.

Y ya en plena caída del II imperio, Juárez ofreció tierras del norte a los soldados norteamericanos que se enlistaran para combatir a los franceses, pero el secretario de Estado norteamericano, William Seward, juiciosamente rechazó la oferta (“¿Y luego quién nos saca de ahí?”, dijo), lo que hizo a don Benito montar en cólera. AMLO queda mucho mejor parado en este tema que Juárez, pues sólo giró 180 grados su política migratoria tras amenazas de Trump, construyó el muro mexicano con la Guardia Nacional, y accedió a hacer campaña electoral al populista republicano. Menos grave que las traiciones de Juárez. En fin, que Juárez no es el adalid impoluto que aparece en la historia de bronce; AMLO no es héroe, aunque no deja de tener algunas similitudes con Juárez (más en la retórica que en los logros). Pero AMLO sigue utilizando la extemporánea historia de primaria como forma de manipulación de masas. Ese es su fuerte.

Profesor afiliado del CIDE.
@JACrespo1

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