Aquel 13 de septiembre de 1847 por la tarde, ante el asalto inminente al Castillo de Chapultepec, el General Monterde, Director del Colegio Militar con el deseo de proteger a los alumnos, en su mayoría imberbes muy jóvenes, ordenó que se retiraran a sus casas. La respuesta fue impactante, unánime y valiente, se negaron en forma rotunda a abandonar el H. Colegio Militar, su decisión fue inquebrantable al sospechar el drama de la traición de algunos malos mexicanos apátridas de cuyo nombre no quiero acordarme.

Con especial orgullo y altura de miras decidieron defender el honor y decoro nacionales, permaneciendo en el alcázar de Chapultepec como la última resistencia hasta alcanzar la victoria y si era necesario perder la vida.

Como alumno y posteriormente profesor del H. Colegio Militar de lo cual me siento muy orgulloso, compartí siempre este ejemplo estremecedor con mis alumnos, muchos de los cuales son Generales de la República, naturalmente también con mis hijos, que es lo más sagrado que tengo. enseñándoles con el ejemplo  y convicciones de lealtad absoluta y ejemplos de heroísmo y patriotismo para dejar huella de su estirpe sirviendo a su nación.

Las tropas invasoras y sus mandos quedaron estupefactos, por la conducta de aquellos niños cuya conducta oscilaba entre 13 y 18 años, fueron la última resistencia brava y valerosa, jamás mostraron miedo y menos cobardía, deseaban pasar a la inmortalidad por la puerta grande. Después de muchos lustros los ahuehuetes y el cielo lloran el horror de que fueron testigos en aquella fecha fatídica, sus follajes movidos por el viento frío septembrino nos hacen recordar para volver a vivir aquella conducta digna de encomio, de una verdadera tragedia griega, drama de la historia ante una guerra de conquista.

El ejemplo anterior de valor y bravura fue el mejor mensaje para la posteridad para  aquellos que deseen nuevamente pisotear el territorio nacional apoyado por apátridas, su última resistencia será el pueblo bravo y cuando todo esté perdido será su juventud quienes tienen la necesidad de amar algo grande, sensible que no es otra cosa que su terruño y sus instituciones.

Cuando los norteamericanos ya vencida la resistencia se encontraron un verdadero cementerio de cadáveres, lo que más les estremeció y que después hubo varios testimonios como el del General Ulysses S. Grant,  no esperaba, que la verdadera resistencia final fueran de niños, destacando entre ellos a Juan de la Barrera quien ya era oficial de ingenieros que cayendo mortalmente herido envuelto en la bandera al pie del cerro de la Calzada de Tacubaya, otro más Vicente Suárez que era el Centinela, fue abatido por las balas del invasor, su vida no importaba, lo importante era el honor y la gloria. Agustín Melgar resistió valientemente parapetándose con un colchón, hasta que fue acribillado y posteriormente rematado a bayonetazos, en su cuerpo se encontraron más de 50 heridas todas de frente, fue verdaderamente un festín de buitres,  crueldad supina sin el menor pudor mataron con saña a niños, lo que no mataron fue su espíritu que aún subsiste en el alma del actual Heroico Colegio Militar que es el mismo de 1847, cuna de hombres dotados de integridad,   decididos a prepararse para servir a su patria, y dejar en los libros de la historia el nombre sacrosanto de la Institución.

Al final después de la suspensión del fuego de artillería y el asalto a bayoneta calada de las tropas invasoras, ante la derrota de la posición el General Bravo entregó su espada a un oficial norteamericano, quien ordenó de inmediato arriar la bandera mexicana y en su lugar izar la bandera de las barras y las estrellas, se escuchó un disparo certero y cayó muerto el soldado norteamericano al izar su bandera. la bandera mexicana ensangrentada se conservó como trofeo de guerra en los Estados Unidos, posteriormente fue devuelta a México en 1978, actualmente está en el Museo Nacional de Historia.

El General Winfield Scott el 29 de enero de 1848 fecha que nos debe llenar de vergüenza recordar, ya izada la bandera de las barras y las estrellas en Palacio Nacional, levantó su copa para brindar por el espíritu de combate de sus soldados, y superioridad de armamento. Nada de eso es cierto, porque en la batalla de la Angostura y el Molino del Rey estuvieron a punto de sucumbir, la superioridad combatida fue de los mexicanos, en Padierna pudo haber terminado la guerra con la victoria mexicana y la derrota total de las fuerzas invasoras quienes dejaron en estas batallas ejemplo de desorganización en las acciones, el predominio del armamento nunca fue determinada, fue la valentía del pueblo, empobrecido y dividido, con cinco ejércitos con más de 40 mil hombres y otro ejército numeroso que fue la quinta  columna. cuyo caudillo que todos conocemos con intrigas perdimos la guerra, pero no la dignidad (Ministro de la guerra y marina Gral. Almonte), lo que aprendimos de esta guerra que ojalá sea lo último es que México no se arrodilla ante nadie.

Tal vez este momento sea uno de los más tristes de las lecturas que hice en el tema de la historia en varias pláticas con mi amigo Don Gastón García Cantú quien con emoción y tristeza escribió una obra fundamental: Las invasiones norteamericanas en México.

En la actualidad como en el pasado el Heroico Colegio Militar que conmemora 200 años de su creación se erige como columna y torreo de lealtad listo para cuando vibre el clarín de la guerra acudirán a engrandecer la fama y gloria de esta institución, al lado de otra no menos gloriosa como es la Escuela Naval Militar, estas dos instituciones nunca se rinden, siempre luchan por la patria y la victoria.

No olvidemos a nuestros aguiluchos quienes acudieron al llamado de la historia con espíritu de sacrificio, cumpliendo con su deber de morir para salvar a la honra nacional, convencidos de que “morir es nada, cuando por la patria se muere”.

Sigan adelante jóvenes cadetes de este heroico plantel, herederos de una de las más puras tradiciones, inspirados en la epopeya del Castillo de Chapultepec, piensen en la nobleza de defender nuestra soberanía, el orden constitucional y nuestras instituciones nacionales.

¡Que viva mi Heroico Militar, por el honor de México!

Alumno y profesor del Heroico Colegio Militar

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