Por: Jorge Lomonaco  

 

La OEA ha sido blanco de continuas críticas de la 4T desde prácticamente el inicio de la administración. Con ese espíritu, el presidente López Obrador retomó como propia una vieja idea que flota entre círculos latinoamericanos de izquierda anti-estadounidense desde hace décadas: sustituir a la OEA (conocida por esos círculos como el ministerio de las colonias) por otro organismo sin EU ni Canadá. La idea fue propuesta formalmente por México en la Cumbre de la CELAC de septiembre pasado, pero no fue bien recibida por absurda e inviable salvo por países como Cuba, Bolivia y Venezuela.

Hace unos días México propuso en Los Ángeles “refundar la OEA”. Aunque se trata claramente de la misma idea reciclada, la iniciativa logró algunos titulares en la prensa mexicana probablemente porque, al plantearse en el plenario de la Cumbre de las Américas, se trató de una provocación más a EU como anfitrión de la reunión. Funcionarios estadounidenses prefirieron ignorar la nueva impertinencia al reconocer que se trata solo de politiquería, como diría el clásico, respuesta por demás apropiada a un gobierno que define soberanía como la capacidad de contrariar públicamente a EU… para luego hacer lo que el vecino le pide en privado.

Sin embargo, no todas las obsesiones de la 4T con la OEA son inofensivas. La más grave, sin duda, es la campaña de México contra el sistema de Misiones de Observación Electoral (MOEs) de la organización, que arrancó tras las elecciones presidenciales de Bolivia en 2019. Tanto la MOE correspondiente como el posterior análisis de integridad electoral fueron solicitados por el gobierno de Evo Morales para legitimar su cuestionada reelección. Pese a las gestiones personales del propio Morales por ocultar los hallazgos, los equipos de la OEA —encabezados por dos expertos mexicanos muy reconocidos— resistieron presiones, cumplieron con su trabajo e hicieron público el cúmulo de irregularidades y abusos cometidos por el gobierno boliviano. Pocos días más tarde, Evo Morales se vio obligado a renunciar, víctima no de la MOE ni de la OEA como ha caracterizado la propaganda, sino de sus propias trampas.

Desde entonces, México no ha cejado de cuestionar y criticar la MOE en Bolivia, así como atacar el sistema de misiones de observación electoral de la OEA con la presentación sistemática de propuestas que buscan debilitarlo, reducir su efectividad, restar credibilidad y minar su independencia. Las propuestas, por fortuna, han fracasado una tras otra como resultado del aislamiento de nuestro país en la OEA en general y, en especial, en este tema. Se trata de una operación de bajo perfil y plagada de tecnicismos que solo unos cuantos especialistas siguen, que se ha mantenido alejada de los reflectores. Pero la obsesión es reveladora y el propósito es claro: descalificar al observador internacional de elecciones con mayor prestigio, más sólido y robusto incluso que los de otros organismos internacionales como la Unión Europea o la Organización para la Seguridad y la Cooperación Europea.

Las elecciones en México son objeto de observación internacional desde 1994, cuando el entonces presidente Salinas de Gortari cedió ante la insistencia de personalidades como Carlos Fuentes. En su momento, la apertura de las elecciones al escrutinio internacional formó parte central de las medidas de generación de confianza entre las fuerzas políticas y la opinión pública para garantizar procesos libres y justos. Sin embargo, en la medida en que se fortaleció el sistema electoral y se garantizó su autonomía, la observación internacional de las elecciones en México se normalizó y se dio por sentada. Quizás por ello no está en el radar de buena parte de la comentocracia y la oposición, aunque sería un error menospreciar la importancia que tuvo y que podría de nuevo tener de cara al 2024.

Hay una creciente y justificada preocupación por los ataques de la 4T al INE y lo que se percibe como un intento por controlar o por lo menos socavar su legitimidad como árbitro de futuras elecciones que pudieran ser cuestionadas. Pero lo que parece haber pasado hasta cierto punto desapercibido es que, para cerrar la pinza, ha habido también un esfuerzo deliberado para complementar esa operación doméstica con una de carácter multilateral en la OEA. ¿Por qué tanto empeño?



Diplomático de carrera por 30 años, ex-embajador en ONU-Ginebra, OEA y Países Bajos 
@amb_lomonaco 


 

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