El manifiesto firmado por más de 250 integrantes de la comunidad cultural llamando a votar por Xóchitl Gálvez en la elección presidencial, marca un hito en la vida intelectual y creativa del país. Hecho público este lunes, incluye las firmas de ex rectores de la UNAM, ex altos funcionarios, historiadores, novelistas, biógrafos, científicos, actores, y múltiples personas del ámbito de la cultura en México. No sé qué tanto pueda incidir en el resultado de la elección —creo que muy poco—. Tampoco estoy seguro que su importancia radique en su efecto político. Más bien considero que se trata de un paso adelante de gran trascendencia para una comunidad que en México siempre ha sido enormemente poderosa, pero al mismo tiempo cuidadosa e individualista en sus manifestaciones públicas.

Antes que nada, quisiera darme el lujo de felicitar a todos aquellos firmantes que por una razón u otra hasta ahora no habían hecho pública su intención de voto en elecciones anteriores. Esto, que es común en países tan disímbolos como Estados Unidos, Brasil, Francia, Inglaterra e Italia, en México no solía suceder. No quiero decir con esto, ni mucho menos, que entre la multitud de firmantes no aparezcan muchos nombres que en algún momento, por algún motivo, habían manifestado públicamente su preferencia electoral en elecciones posteriores al ’94. Antes de esa fecha, en la medida en que prácticamente no existían elecciones competitivas en México —el ’88 con Cuauhtémoc Cárdenas resultó ser una excepción— el tema se antojaba ocioso. Pero en general la discreción y la privacidad electorales habían imperado en el ánimo de muchas de las figuras públicas de nuestro país.

Lo interesante de este caso es que, en efecto, algo que acontece en muchos países desde hace mucho tiempo, por primera vez surge en México de manera pública, clara y contundente. En este documento no hay eufemismos, no hay elipsis, no hay posibilidad de malentendido. Se trata claramente de un texto que manifiesta una intención de voto y solicita el voto para la persona por la que se piensa sufragar. Creo que esto es parte del comportamiento democrático normal, y ojalá antes de las elecciones la candidata oficial pueda armar un documento y una lista semejante, ni mejor ni peor, sino simplemente análoga, con la misma claridad y contundencia.

Una segunda característica importante de este texto radica en su carácter colectivo. Varios firmantes, a lo largo de los últimos 25 años, hemos manifestado nuestra intención de voto a título individual. No carece de mérito hacerlo, pero es muy distinto eso a un esfuerzo colectivo. La sociedad mexicana es extraordinariamente individualista —cada vez más— y el ámbito de la cultura no podría ser distinto. Si algo caracteriza a dicha comunidad es ese individualismo, que en el caso de algunos —entre los cuales desde luego me incluyo— se trata de auténticas prima donnas que con grandes dificultades se atreven a hacer cualquier cosa en la compañía de pares, homólogos o colegas. En este sentido también, el documento impulsado por Roger Bartra me parece ejemplar y novedoso.

No es que sean inexistentes algunos antecedentes colectivos interesantes. Me viene a la memoria, por ejemplo, el manifiesto de 1987 de una veintena de intelectuales sobre el fraude electoral en las elecciones para gobernador de Chihuahua. Y sin duda la participación de distinguidas figuras del ámbito cultural en México, como Fuentes, Monsiváis y Paz, entre muchos otros, en proyectos como el MLN a principios de los años ´60 o del CNAUS durante los años ´70 existen. Pero no es exactamente lo mismo. Llamar a votar por alguien implica una apuesta y un peligro: la apuesta de que puede ganar a quien uno apoya, y que de una manera u otra la sociedad y uno mismo se verán favorecidas por dicho desenlace. El peligro: que pierda mi gallo, y que por lo tanto quien haya ganado me tenga tirria durante seis años. El miedo no andaba en burro.

Dicho todo esto, conviene reflexionar brevemente sobre las razones que puedan explicar las ausencias evidentes en un texto de esta naturaleza. Existe una gran cantidad de personas de la comunidad académica, científica, artística, cinematográfica, musical, etcétera, que han sido ofendidos, agredidos, incluso acusados penalmente por este gobierno. Abundan los creadores, los “intelectuales”, los miembros de la comentocracia, los arquitectos, que han padecido los ataques, las críticas, los asaltos político-ideológicos y comerciales del régimen durante estos cinco años. Y sin embargo, por una razón u otra, que desconozco en la gran mayoría de los casos, prefirieron no acompañarnos en este esfuerzo. Me parece que esto es algo que debe motivarnos a la reflexión.

Por mi parte me hago las siguientes preguntas: ¿No es tan obvio para tanta gente que la elección del 2 de junio encierra una disyuntiva de democracia o autocracia? ¿No existen condiciones para que quienes así lo piensen puedan manifestarse pública y colectivamente? ¿Qué no hemos logrado los firmantes o qué no han logrado los animadores de este proyecto en su esfuerzo por convencer a quienes no figuran en la lista?

Y sólo para que algunos lectores puedan divertirse, y quizás algunos colegas puedan también pensar de manera semejante, me pregunto: ¿Quién de nuestras grandes figuras intelectuales de los últimos 50 años nos habrían acompañado en caso de encontrarse aún en vida?

Excanciller de México

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