Desde hace más de un mes decidimos trabajar a distancia en Fundación Reintegra y cada vez más gente me dice “ahora que tienes tiempo libre deberías hacer más ejercicio, leer los libros que tienes pendientes, tomar capacitaciones, hacer más cosas con tus hijos, limpiar closets” y un largo etcétera.

Me pregunto yo ¿acaso ellos tienen tiempo libre? Sí, digo ellos, porque la mayoría de los que me lo dicen son hombres. Cada vez que los escucho siento una gran necesidad de explicar lo que es ser mamá trabajadora en tiempos de COVID-19.

Bueno, para no hablar solo de mí, intentaré dar voz a otras mamás con situaciones distintas, pero no necesariamente diferentes a las mías, y va más o menos así: hasta hace seis o siete semanas teníamos una doble o quizá triple jornada, por la mañana despertar niños, preparar desayuno, lunch y niños para ir la escuela, con un poco de suerte con ayuda, dejar niños en la escuela y ponernos la cachucha de mamá trabajadora.

Todo esto implica trabajar sin dejar de pensar en las hijas e hijos, la casa, el súper, el marido etc. Terminando el horario laboral, hay que regresar al papel de mamá: recoger a nuestras pequeñas y pequeños, hacer tareas, cena, baño y prepáralos para dormir. Acompañado de algunas levantadas en la noche.

Por supuesto no dejemos de lado el rol de ser esposa. En una relación equitativa o no, ese rol también existe. Ésta básicamente es la historia de todos los días, pero hace un mes, de pronto, todos estos papeles se metieron a la licuadora, y no sólo eso, se agregaron tres más con amplio grado de dificultad: maestra, psicóloga y entretenedora.

Así que esa imagen de “tiempo libre” leyendo un libro, viendo series, durmiendo, hablando con las amigas, tomando seminarios, con tratamientos en el pelo y mascarillas en la cara poco a poco se va desvaneciendo.

Ya no son tres o cuatro cachuchas en un día, ahora son ocho o diez que se intercambian simultáneamente cada hora. Estoy en una llamada de trabajo mientras mi hijo quiere que juegue con él, no hay un lugar que sea suficientemente buen escondite para que pueda durar mucho mi llamada. Además, la SEP exige que estén conectados en línea y que yo sea la maestra (sin conocimientos pedagógicos) que lo apoye en el aprendizaje; sin embargo, yo no estoy de vacaciones, estoy trabajando.

En la casa parece que pasó un remolino y alguien tiene que recoger, papá también está trabajando. Las rutinas y horarios se han borrado, la convivencia es tan intensa que alguien tiene que ser mediador, psicólogo y bolsa de box para todas las frustraciones.

Al final del día cuando pones la cabeza en la almohada ya no sabes en qué papel de la película estás y en el fondo sientes una culpa enorme porque en este mes que ha pasado no has aprendido un nuevo idioma, los libros siguen apilados en el buró, los seminarios y el ejercicio quedaron en buenas intenciones. Antes de dormir solo pienso ¿qué hice con mi tiempo libre?

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