Dueles México, es imposible hacer una lista de las ciudades que nos duelen o preocupan, porque ocuparía todo este espacio. No quiero empezar sin ofrecer mi solidaridad a todas y todos aquellos que vivieron en estos últimos días los terribles narco bloqueos, pero también a los que todos los días viven la narcoviolencia y la violencia sin que sea tan visible. A quienes ejercen labores de seguridad, de justicia y de salud, a todas y todos sus familiares y a todas y todos los que vivimos con miedo en este país, que en los últimos años se nos ha desmoronado entre las manos.

A veces parece que nos acostumbramos a ver nuestras ciudades en estado de sitio o guerra: los narcos bloqueos, los asesinatos, las zonas de combate, las vejaciones a las Fuerzas Armadas (FFAA), los despliegues de poder del Crimen Organizado, los normalizamos y se han convertido en una constante en nuestras vidas, hemos normalizado y hasta negado que vivimos un conflicto armado en varias zonas del país.

Han pasado 15 años desde que el gobierno de Calderón declaró el combate frontal al Crimen Organizado, hace 15 años que las FFAA realizan labores de seguridad ciudadana y patrullan las calles, 15 años que vivimos en un constante estado de guerra en un conflicto armado, aunque no se quiera nombrar así, algunos Estados y Ciudades en mayor medida que otros.

Estos 15 años han demostrado que la estrategia de militarizar el país no es la correcta, no sólo no han disminuido los homicidios (que usualmente es la forma de medir la eficacia) si no que han incrementado de forma desmedida. Hasta mayo de este año, tres años y medio de gobierno de López Obrador se han registrado 121,655 homicidios dolosos según el Secretariado Ejecutivo del Sistema de Seguridad Pública (SESNSP); mientras que durante todo el sexenio de Felipe Calderón se registraron 121,613 y, durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, 156,066. El crecimiento ha sido exponencial y aún falta una gran parte de este sexenio.

Está claro que la estrategia de la militarización no funciona y sin duda los abrazos y no balazos tampoco funcionan, únicamente han logrado aumentar la sensación de inseguridad e impunidad, generando un incentivo negativo en la población donde no importa el delito que se cometa, la posibilidad de que se pague por él es casi nula.

Urge un cambio de estrategia,. El deterioro como país que hemos vivido va a ser difícil de remontar, más no imposible. Se han llevado a cabo estrategias que han probado su eficiencia, lo sorprendente es que esas no se han replicado. Por el contrario, pareciera como si no hubieran existido por el simple hecho de haber sido logros insignia de otros gobiernos.

En particular me estoy refiriendo a la estrategia de Todos Somos Juárez, la cual fue implementada durante el 2010 por el Gobierno Federal, en Ciudad Juárez, Chihuahua. Sería imposible explicar toda una estrategia en una columna, pero me gustaría explicar cuáles fueron los componentes principales que resultaron esenciales para lograr la reducción del delito y la violencia en nuestro país.

Si bien hubo una estrategia de seguridad, en los polígonos escogidos, donde las FFAA y después la Policía Federal tenían una labor importante, lo esencial fue el trabajo social que se desarrolló en esos polígonos, la reconstrucción del tejido social, el trabajo con niñas, niños, jóvenes, padres de familia y la comunidad en general. Buscar el desarrollo social y la igualdad de oportunidades fue una de las prioridades.

También se generaron mesas de trabajo donde se involucró al Gobierno federal, estatal y municipal, de la mano con empresarios, organizaciones de la sociedad civil, colectivos y ciudadanos. Todos estuvieron dispuestos a trabajar para sacar adelante a esta ciudad.

Como lo he dicho en otras ocasiones, estos problemas no se pueden resolver sólo con el trabajo de una de las partes. Ni los empresarios, los ciudadanos, la sociedad civil o el Gobierno lograrán una verdadera transformación si lo intentan solos y ese ha sido el gran error y la gran catástrofe de este gobierno: combatir a todos los demás actores que pudieran contribuir a solucionar los problemas que aquejan a nuestro país.

La estrategia de seguridad de Todos Somos Juárez probó su eficacia reduciendo el número de homicidios hasta en un 90% en los siguientes dos años. ¿Qué fue lo que marcó la diferencia? El componente social. Pero no se trata sólo de reducir la pobreza, ni siquiera de entregar dinero directamente a las personas. Se trata de generar políticas públicas y mecanismos sociales que generen oportunidades para que nuestras niñas, niños, jóvenes y todos los ciudadanos puedan construir un mejor futuro basado en la cultura de legalidad y en el desarrollo socioemocional para ellos, sus comunidades y nuestro país.

Insisto, nadie puede solo e inventar el hilo negro nunca será la mejor opción, existen estrategias exitosas en diversos sectores que podrían replicarse en el resto del país, en los últimos 20 años se han preparado múltiples organizaciones y expertos que podrían aportar a generar un cambio que sí logre mayor seguridad y justicia.

La militarización después de 15 años está más que probada que no funciona, los abrazos en 4 años han demostrado no sólo que no funcionan si no exacerbar la violencia. Si AMLO verdaderamente tiene interés por lograr un México más seguro debería primero de apostar por seguridad civil, reducir la rampante impunidad que tanto daño nos hace y apostar por el desarrollo social coordinado entre sociedad civil, empresarios, niveles de gobierno y ciudadanos, para formar un frente común y buscar reducir la violencia a través de una verdadera transformación social.

Han pasado 15 años y parece que no hemos aprendido nada, hay días que incluso pareciera que el Presidente y su gente no ve el estado de guerra en el que se encuentran estados y ciudades de nuestro país. Reducir la violencia y lograr un país en paz no es imposible, pero si no empezamos a trabajar en ello cada día será más difícil de revertir. Mi esperanza está en cientos de organizaciones y ciudadanos que cada día ponen sus talentos al servicio de nuestro país. Porque definitivamente de los gobiernos ya no espero nada.

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Directora ejecutiva de la Fundación Reintegra
 

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