Morena llegó al poder con un estandarte básico “primero los pobres”; sin embargo, en tres años de gobierno el resultado ha sido todo lo contrario. Si bien es cierto que la pandemia por COVID-19 es un tema externo, la pobreza venía en franco aumento antes que apareciera el virus.

Inclusive muchos países generaron políticas públicas para evitar que las medidas sanitarias afectaran su economía, anteponiendo también las necesidades de quienes tienen poco sustento económico. Por mencionar dos ejemplos, están Canadá y Nueva Zelanda. Por desgracia, ese no fue el caso de México.

Desde antes de esta crisis mundial el gobierno decidió desaparecer políticas sociales de probada eficacia, para cambiarlas por la entrega de “apoyos”, que más bien son dadivas que no están vinculadas al desarrollo social para romper los ciclos de pobreza.

Pero no solo es un tema de su labor como gobierno y la implementación de políticas públicas, también han decidido emprender un ataque hacia las organizaciones de la sociedad civil, que son las que trabajan para resolver los problemas más sensibles, los cuales afectan en gran medida a las personas más vulnerables.

Y este ataque ha sido desde varios frentes; primero desacreditándolas desde el púlpito mañanero, es el mismísimo presidente el que ha dicho que las organizaciones no solo no hacen su trabajo, sino que “se enriquecen”, es él quien las ha catalogado de “neoliberales” y “fifis” generando una desconfianza en el pueblo, que ha tenido un impacto directo en la labor y el apoyo de las mismas.

Y no contento con esto, su administración ha desaparecido los apoyos que otorgaba a estas organizaciones, por hacer incluso el trabajo que ellos deberían hacer, pero ahora, les dan un golpe más, no solo a las organizaciones, sino a la clase media, topando las deducciones que una persona física podrá hacer. Ahora las personas asalariadas tendrán que decidir entre deducir gastos médicos, el pago de colegiaturas o donativos a fundaciones.

Es una falacia que son los más ricos los que mantienen a las organizaciones. Sin duda, habrá personas con mucho dinero que hagan contribuciones importantes, pero lo que realmente sustenta a las fundaciones son los donativos pequeños de 200 o 300 pesos mensuales, que usualmente hacen personas a las que no les “sobra el dinero” pero sí los mueve la causa.

Por tanto, la aprobación de esta miscelánea, aunque el gobierno diga lo contrario, sí pone en riesgo la vida y el trabajo de miles de organizaciones, así como el esfuerzo de millones de personas que son contratadas por las fundaciones; aunque, el peor golpe será para quienes dejarán de ser atendidos. Con esta miscelánea México pierde mucho.

Insisto, la labor de las organizaciones de la sociedad civil ha sido resolver los problemas que el gobierno debiera resolver, pero no puede y en su gran mayoría son personas comprometidas que se les paga poco, pero quieren hacer la diferencia. Casi todas las fundaciones sufren por conseguir recursos para llevar a cabo su labor y en muchos casos lo hacen mejor que el Estado.

También cabe mencionar que los estímulos a la deducibilidad, así como los apoyos gubernamentales, existen en todos los países del mundo porque ninguno puede solo y esta es una forma menos costosa para el gobierno de resolver los problemas que aquejan a su pueblo.

No todas las organizaciones apoyan directamente a grupos y personas en situaciones vulnerables, existen organizaciones que sirven para auditar y ser contrapesos del gobierno. No se hubiera podido construir nuestra democracia sin el apoyo de ellas, no se podría pensar en terminar con la corrupción sin organizaciones que evalúen el desempeño de la función pública, no se puede frenar el exceso de fuerza pública sin organizaciones que levanten la voz. Y claro está, que no se puede tener un gobierno que verdaderamente rinda cuentas y sea transparente sin las voces de la sociedad.

Después de tres años pareciera que lo que Morena y el presidente de México quieren es “matar dos pájaros de un tiro”, quedarse con el monopolio del apoyo social, cosa que no van a lograr porque es imposible, capitalizarlo en votos y al mismo tiempo callar a las voces críticas que auditan su desempeño, tampoco es la solución.

Si hoy callamos, que no nos sorprenda lo que venga después; si hoy callamos, mañana no habrá nada más que defender.

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