“Cada Papa es correcto para su tiempo”, dijo en una ocasión el Cardenal Emérito Robert Sarah. Y aunque no hizo referencia explícita al Pontificado de Francisco, sus declaraciones, publicadas por el periódico Il Corriere della Sera en 2019, se daban después de que algunos grupos quisieran posicionar al Cardenal Sarah como una especie de “opositor” al Papa Francisco.

Pero, a pesar de los críticos (que no son pocos y son, en su mayoría, personas dentro de la misma Iglesia), Francisco es la perfecta definición de un Papa correcto para su tiempo. En un momento en el que la confianza en la Iglesia como institución enfrenta mínimos históricos, se necesita una figura cálida, pero fuerte; firme, pero con el corazón abierto. Y Francisco ha sido esa figura desde el 13 de marzo de 2015, cuando se asomó por primera vez por el balcón central de la Basílica de San Pedro.

Ha sido un Papa que ha afrontado los desafíos de la actualidad con valentía y conciencia. Un Papa que comprende la necesidad de abrazar la modernidad, la importancia de la frase “renovarse o morir”, que entiende que, aunque el mensaje del Evangelio no cambia, los tiempos sí. Un Papa que motiva a extender los brazos y abrir las puertas de la Iglesia a los grupos históricamente descartados.

Un Papa que se ha atrevido a hacer cambios: que ha dado voz y voto a mujeres, laicos y comunidades diocesanas en los sínodos —en los que, históricamente, solo podían participar miembros de la jerarquía eclesial—, que marcan el rumbo al que debe dirigirse la Iglesia. Un Papa que hace énfasis en la importancia del cuidado del medio ambiente y del buen uso de las herramientas tecnológicas.

Un Papa fuerte porque, a pesar de sus padecimientos de salud —algunos de los cuales datan de más de 60 años— procura siempre estar presente y activo. Un Papa que toma con humor la crítica mezquina, pero que no se deja envolver en rumores, sabe denunciar las noticias falsas y tomar decisiones duras, que incluso le acarrearán críticas, algo que a él no le importa, pues sabe muy bien que primero está Dios y no habrá nada ni nadie encima de Dios.

Los tiempos del Papa Francisco son históricos y somos afortunados de vivirlos. Su legado incluye reformas administrativas, endurecimiento a los castigos contra quienes cometan abusos dentro de la Iglesia, apertura de la Iglesia a grupos históricamente discriminados y un importante acompañamiento espiritual a mitad de una dura pandemia que dejó más de 6 millones de muertos a nivel mundial y graves secuelas económicas y emocionales.

Francisco es un Papa valiente y fuerte que no permite que su Pontificado sea reducido a escándalos, especulaciones o rumores. Quienes lo seguimos debemos recordar que su grandeza se alza por encima de los desafíos del mundo actual y de las críticas de sus opositores.

Director de Comunicación de la Arquidiócesis Primada de México

Contacto: @jlabastida

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