Hace unas semanas, en los preparativos de la celebración del Grito de Independencia, una falla de comunicación de las autoridades de gobierno con los responsables de la Catedral Metropolitana derivó en que los fieles no pudieran ingresar a las celebraciones dominicales del 13 de septiembre en el primer recinto religioso del país.

Rápido corrió la desinformación en redes sociales con versiones que señalaban que el Ejército había sacado a los sacerdotes y había “tomado” la Catedral Metropolitana, cuando lo que había ocurrido es que el Ejército mexicano había adelantado el habitual control de las inmediaciones del primer cuadro del Centro Histórico como parte del operativo de seguridad en torno a las Fiestas Patrias. El elemento negativo fue que no se dio aviso oportuno a la Catedral para que ésta pudiera realizar una planeación ante la contingencia.

La falla de comunicación se solucionó con el diálogo y cada una de las partes pudo seguir desempeñando su labor. Hasta ahí, quienes participamos en buscar la solución al incidente pensábamos que el asunto podía concluir de la mejor forma.

Sin embargo, a pesar de las aclaraciones y explicaciones ofrecidas por las autoridades eclesiásticas y gubernamentales, el rumor de la “toma de Catedral” siguió creciendo a través de mensajes en WhatsApp sin ninguna atribución, videos y fotos en redes sociales con los que se buscaba manipular la opinión de la audiencia, y mensajes de cuentas anónimas.

Las razones por las que hay elementos de seguridad al interior de la Catedral Metropolitana son variadas. Para empezar, fue una petición de la propia Arquidiócesis Primada de México a los gobiernos federal y local que surgió hace más de 10 años, luego de que se detectara la realización de diversos ilícitos al interior del recinto.

Hay que recordar que diversos templos, no solo de la Ciudad de México sino de todo el país, han enfrentado solos, en su mayoría, el robo de arte sacro y el vandalismo del patrimonio artístico.

Además, es bien sabido que el Centro Histórico es punto en el que ocurren constantes manifestaciones, incluso violentas, y que en más de una ocasión han logrado dañar diversos inmuebles, incluida la propia Catedral Metropolitana.

Desde hace varios años se resolvió —en acuerdos debidamente elaborados— que el interior de la Catedral fuera custodiado por elementos de seguridad federales (hoy lo hace la Guardia Nacional) y en el exterior por elementos de seguridad de la Ciudad de México. Los propósitos principales son el resguardo del edificio, el cuidado del acervo histórico, la garantía del orden, y la protección de los sacerdotes y de feligreses y turistas.

Las “noticias falsas” generadas alrededor de este tema son ejemplo de cómo algunos hechos son sacados de contexto para encajar en la narrativa de quienes buscan dividir o polarizar. Si un mensaje de alerta nos llega al celular, con un par de minutos que invirtamos en comprobar si es mentira o es verdad podemos evitar el pánico y un malestar social injustificado. Así pudo ocurrir en el caso de Catedral, pues a través de los canales oficiales de comunicación existía la suficiente información para esclarecer las dudas.

Desafortunadamente estamos optando por lo superficial que a la postre resulta complicado: compartir el escándalo, incitar al chisme y al final generar una comunicación destructiva. Nunca podremos construir un mejor país, ni podremos desarrollar lazos de unidad, si no partimos de lo más esencial, como lo es el interés auténtico por ser una sociedad informada.

Director de Comunicación de la Arquidiócesis Primada de México.

javier@arquidiocesismexico.org

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