Todo comenzó con un ardor en los ojos, dolor de garganta y después un enorme cansancio. Fue tal, que lo tumbó durante dos días en cama, aunque al tercero parecía estar recuperado; sin embargo, de un momento a otro todo se fue hacia abajo. El día que la ambulancia llegó por él, se lo llevaron a la clínica 47 para su valoración. Su estado era grave, por lo que lo trasladaron al Hospital General Regional 58, en León, Guanajuato. Para cuando mi papá llegó ahí, ya comenzaba a costarle trabajo hablar.

A mi padre
 

A pesar de estar en un trabajo en el que cotidianamente leo y escucho de historias sobre Covid-19, nada te prepara lo suficiente para el momento en que, por algún descuido, el virus entra a lastimar en lo más profundo de tu familia.

Hicimos de todo. Leer las estadísticas, seguir las instrucciones en infográficos de la Secretaría de Salud, hablar a las líneas Covid, marcarle al doctor de cabecera, monitorear su saturación de oxígeno y su temperatura. ¿Por qué a unos no les ataca ni con un dolor de cabeza y para otros puede ser fulminante? No lo sabemos. Es una de las grandes interrogantes.

Con este virus todo es nuevo, tan nuevo que tras informar a los médicos de los primeros síntomas, la respuesta fue “que se mantenga aislado en casa”, y era comprensible. Parecía que todo marchaba bien, hasta que fue necesario llamar a la ambulancia. Incluso, cuando ingresó al hospital, el primer pronóstico médico fue más alentador que preocupante. Parecía que habíamos actuado a tiempo. ¿Pero cómo saber cuándo es “a tiempo” si hablamos de Covid-19?, ¿Existe un “a tiempo”? El único “a tiempo” es la prevención.

Las noticias fueron empeorando día tras día, hasta que casi un mes después de su ingreso llegó el último reporte médico. A sus 71 años, la madrugada del 9 de agosto de 2020, mi papá, Jorge Rodríguez Bañuelos, falleció por diversas complicaciones ocasionadas por el Covid-19.

Quise compartir algunos detalles del proceso que he vivido con mi familia porque es el mismo que han vivido miles de mexicanos en los últimos cinco meses. Seguramente para algunos ha sido peor, pero reflejan una realidad: Esta pandemia no es un juego y en cada uno de quienes conformamos la sociedad existe un grado de responsabilidad por la forma en la que la enfrentamos.

No hay ninguna muerte que pese más. Cada uno de los 57,023 fallecimientos confirmados hasta este lunes valen exactamente lo mismo. Son historias humanas, vidas truncadas, ¿cuántas de ellas pudimos haber salvado? y ¿cuántas más vamos a permitir?

Son nuestros muertos, tuyos y míos; no son “sus” muertos. Y debemos pensar en ellos en la manera en la que actuamos cada día. Dejemos atrás el egoísmo de planear en función de la individualidad y dejemos atrás las filias políticas. En tiempos de Covid-19 somos un equipo como país, si tú te cuidas nos cuidas a todos. Es un acto de amor.

Y eso es un llamado en todos los niveles: Una buena decisión gubernamental, una empresa comprensiva con sus empleados, una familia que cuida a los suyos, una persona que hace sus actividades con responsabilidad, todos ellos representan actos de amor, que al final nos ayudarán a salvar vidas.

No esperemos hasta que el Covid-19 un día nos sorprenda en nuestra propia casa. Suficientes vidas hemos perdido, como para no actuar en consecuencia.

Agradecimiento:

A los enfermeros, médicos y personal hospitalario del HGR 58 de León, y de los hospitales de todo el país, que, a pesar del cansancio de cinco meses, siguen luchando y entregando sus vidas en esta batalla.

*Es director de Comunicación de la Arquidiócesis Primada de México
Contacto: javier@arquidiocesismexico.org

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