La inflación en México sigue mostrando un comportamiento preocupante. La inflación general se redujo en octubre y esta variable parece haber dejado atrás su punto más alto. No obstante, el componente subyacente, que al excluir los rubros más volátiles representa un indicador más preciso de las presiones sobre los precios, ha continuado aumentando y se ubica en los niveles más elevados en 22 años. Además, el Banco de México proyecta que, en promedio, muestre cifras más altas que la inflación general durante 2023.

Entre los factores que han presionado la inflación en nuestro país, el Banco Central ha destacado los diversos choques derivados de la pandemia y la guerra en Ucrania, que han incrementado los costos de producción y afectado las cadenas globales de producción y distribución. También se ha señalado el desbalance generado por una elevada demanda global y una oferta interna constreñida por los factores antes descritos, además de desequilibrios entre demanda y oferta en distintos mercados.

Ante una inflación subyacente persistente y generalizada entre los rubros que la integran, me parece que vale la pena preguntarse si existen factores adicionales que la estén afectando. En particular, si pudieran estarse observando presiones más generalizadas por el lado de demanda. Creo que esta interrogante se justifica también en virtud del repunte de la actividad económica y la mejora del mercado laboral, que en 2022 han superado las expectativas.

En su Comunicado de Política Monetaria del pasado 10 de noviembre, el Banco Central descarta implícitamente esta posibilidad, ya que considera que la economía mantiene todavía cierto grado de holgura. Por otra parte, reconoce que esta ha disminuido e incluso dejó de considerar “un efecto mayor al esperado de la brecha negativa del producto” como un riesgo a la baja para la inflación.

El problema es que determinar si existe o no holgura en la economía es una tarea compleja. Para ilustrar lo anterior, basta con revisar las estimaciones que el Banco de México publica en su más reciente Informe Trimestral. Sin entrar en detalles, me limito a señalar que el indicador utilizado para la economía en su conjunto sugiere que existe holgura. Sin embargo, esta desaparece al ajustar los cálculos por el efecto transitorio en el PIB de la reciente reforma a las prácticas de subcontratación. Además, los resultados sugieren que en el mercado laboral prevalecen condiciones de estrechez. Y a lo anterior hay que agregar que las proyecciones de crecimiento económico para este año seguramente se van a ajustar al alza, lo que resultará ya sea en una menor holgura o en una mayor estrechez.

¿Por qué es tan compleja esta estimación? Porque para hacerla hay que comparar la producción observada con la potencial, es decir, con la que resultaría si la economía estuviera operando a su capacidad total. Desafortunadamente, el PIB potencial no es una variable observable, por lo que se tiene que calcular utilizando técnicas estadísticas con un amplio margen de error.

Es altamente probable que la capacidad de crecimiento del PIB potencial en México haya disminuido en los últimos años. ¿Porqué? Por el pobre comportamiento de la inversión y la productividad de los factores de la producción, dos de sus principales determinantes. Además, la pandemia, al afectar fuertemente la inversión, propiciar la quiebra de numerosas empresas, y al dar lugar a un deterioro del capital humano por sus efectos en la educación y la salud, probablemente ha empeorado la situación.

Existe un factor adicional, dado a conocer recientemente, que debería estar incidiendo en el crecimiento del PIB potencial en México. En las minutas de su decisión de política monetaria del 20-21 de septiembre de 2022, el staff de la Reserva Federal de Estados Unidos señala que ajustó significativamente a la baja sus estimaciones del crecimiento potencial en ese país, y que espera que esta situación se mantenga por varios años.

Si, como todo parece indicar, nuestro potencial de crecimiento ha disminuido, la capacidad de la oferta para hacer frente a presiones de demanda ha descendido. Es decir, la tasa máxima de crecimiento que la economía puede alcanzar sin que se registren presiones sobre variables macroeconómicas, como la inflación, es menor que hace algunos años. Para la política monetaria, esto podría implicar un periodo más prolongado para lograr la convergencia de la inflación a la meta, o bien una trayectoria más agresiva para la tasa de interés de la prevista actualmente si el plazo para dicha convergencia no se alterara.

Es probable que la economía mexicana se desacelere en los próximos meses y que esto nos lleve nuevamente a una situación clara de holgura. No obstante, las autoridades deben contar con la estimación más precisa posible del crecimiento potencial, no solamente para calibrar adecuadamente el manejo de sus instrumentos de política en el ciclo actual, sino para evitar sorpresas desagradables en el futuro. No debemos olvidar que cálculos erróneos de esta variable para algunas economías, como la estadounidense, han dado lugar a errores garrafales de política monetaria.

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