Estados Unidos y China acaparan la mayor parte del tiempo los reflectores a nivel internacional. Esto es comprensible considerando su importancia económica, política y militar. Sin embargo, existen otros países que, sin necesariamente pasar desapercibidos, probablemente no reciben la atención que merecen.  Uno de ellos es India.

En las últimas semanas, ha sido más frecuente ver el nombre de este país en los medios. La principal razón es clara. A partir del 19 de abril se inició un proceso electoral, de seis semanas de duración, mediante el cual se definirá si Narendra Modi ocupará por tercera ocasión consecutiva la posición de primer ministro.

Lo anterior ha servido como recordatorio de la importancia de India a nivel global. Veamos algunos datos.

A partir de 2023, India se convirtió en el país más poblado del mundo. Con más de 1.4 miles de millones de habitantes, India tiene casi el doble de la población de Europa. Pero existe otra gran diferencia. Mientras que el promedio de edad en India es de 28 años, el de Europa es de 44. En otras palabras, la brecha de potenciales de crecimiento es gigantesca.

Las cifras en materia económica también son espectaculares. En un entorno de lento crecimiento económico por todas partes, India es uno de los pocos puntos brillantes de la economía mundial. Impulsado principalmente por el sector de servicios, su PIB registró una tasa de crecimiento medio anual de 6.6% durante el periodo 1991-2019. Aunque la pandemia tuvo un impacto fuerte en la economía, la recuperación fue relativamente rápida. El Fondo Monetario Internacional (FMI) proyecta tasas de crecimiento económico de casi 7% para este año y de 6.5% en el mediano plazo.

India es en la actualidad la quinta mayor economía del mundo. De materializarse el desempeño previsto por el FMI, en pocos años superará a Japón y Alemania, para ubicarse detrás solamente de Estados Unidos y China.

¿Cuáles han sido las bases de este desempeño? El punto de partida fue una agenda económica de corte liberal iniciada en los años noventa y en general continuada a lo largo de este siglo. En esta agenda, destacan varios pilares: estabilidad macroeconómica y financiera; un programa masivo de infraestructura física que ha mejorado entre otras cosas la interconexión del país; un apoyo decidido a la innovación y la tecnología; y el desarrollo de una impresionante infraestructura digital pública, que ha fomentado la innovación, la competencia, la inclusión financiera y la eficiencia tanto del sector privado como del público.

Con base en este enfoque, la expansión de la economía ha sido impulsada por la inversión, ubicada actualmente alrededor de 30% del PIB, una evolución favorable de la productividad total de los factores (PTF) y, en menor medida, el crecimiento poblacional.

Es cierto que India enfrenta todavía numerosos retos. El PIB per cápita sigue siendo muy bajo y la pobreza y otros problemas sociales son agudos. Además, la tasa de participación laboral es modesta, especialmente la de las mujeres, que registra una cifra de apenas 29%. No obstante los esfuerzos realizados, se necesitan inversiones considerables en infraestructura, educación y salud. También es indispensable flexibilizar las condiciones en el mercado laboral, permitir una mayor competencia del exterior, reducir la burocracia y, en general, crear condiciones más atractivas para la inversión.

Con todo, India ha logrado una trayectoria de crecimiento que, por su duración y magnitud, rara vez puede verse en otros países del mundo. Además, como ya se señaló, las perspectivas son favorables. De implementarse una estrategia económica adecuada, el país puede aprovechar la oportunidad que representa una población joven y con una tasa elevada de crecimiento, que redundará todavía durante varias décadas en un bono demográfico.

¿Por qué es relevante el desempeño de India para México? Para empezar, por las valiosas lecciones que se pueden extraer de la deslumbrante evolución económica de ese país durante los últimos treinta años. Pero también para hacernos conscientes del tipo de competencia que podemos encontrar en los mercados internacionales en los próximos años. Al respecto, lo primero que viene a la mente es el tema de la reconfiguración de las cadenas globales de producción. Naturalmente, India es un destino natural para una parte importante de la consecuente relocalización de la producción manufacturera, y para los capitales extranjeros en búsqueda de lugares apropiados para estas inversiones.

Es cierto que México tiene atractivos con los que no cuenta India, como su cercanía con el mercado estadounidense, la integración de las industrias de los dos países, la red de tratados comerciales, etc. Pero la pregunta relevante que deberán hacerse las autoridades de la próxima administración, es si estos atractivos serán suficientes para competir de manera exitosa en la citada relocalización y, en general, en los mercados internacionales.

En contraste con lo observado en India, nuestra economía registró una tasa de crecimiento económico ligeramente por encima de 2% anual en las pasadas tres décadas y el FMI lo proyecta en 2% en el mediano plazo, un coeficiente promedio de inversión a PIB de 22% en los últimos cinco años y tasas promedio de crecimiento anual de la PTF negativas en el periodo 1991-2022. Para empeorar las cosas, muchas de las condiciones para hacer viable la relocalización no se cumplen y las perspectivas económicas son inciertas.

Un aficionado al beisbol nos diría que lo que nos está resaltando el caso de India es que, si queremos integrarnos a las ligas mayores, lo primero que tenemos que hacer es esforzarnos en preparar un equipo capaz de jugar a ese nivel.

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