De izquierda a derecha: generales Jesús González Ortega y Francisco Alatorre, coronel Miguel Auza
De izquierda a derecha: generales Jesús González Ortega y Francisco Alatorre, coronel Miguel Auza

Hace 160 años, los habitantes de nuestro país no hablaban de enfermedades o ausencias presidenciales ni problemas políticos, sino de las últimas noticias generadas en Puebla. Y cómo no hacerlo, si desde el 16 de marzo esta ciudad estaba sitiada por miles de franceses bajo las órdenes del general Élie-Frédéric Forey, quienes a pesar de ser muy superiores en armamento y preparación militar a los mexicanos, tras mes y medio de lucha callejera solo habían podido apoderarse del fuerte de San Javier y unas cuantas cuadras más.

Fue el 25 de abril cuando los invasores se lanzaron contra el convento de Santa Inés, una posición crucial para la defensa que se encontraba a cuatro cuadras de la plaza principal y, junto a la calle de Pitiminí, formaba el ángulo de las líneas sur y poniente. De caer esta posición, Puebla estaba irremediablemente perdida. Consciente de esto, el general Jesús González Ortega, jefe de las fuerzas mexicanas que defendían la ciudad, le ordenó al coronel Miguel Auza “rechazar al

enemigo o defender el punto que le estaba encomendado hasta caer muerto o prisionero con la fuerza que le obedecía”.

Auza, un zacatecano de 40 años, liberal, abogado, ex integrante del Congreso Constituyente de 1857 y ex gobernador interino de Zacatecas, era en ese momento el comandante de las tropas mexicanas en Santa Inés. No solo eso, ya que era también un hombre valiente, por lo que le respondió a González Ortega que sus órdenes “quedarían exactamente cumplidas”.

Así fue.

La batalla por el convento duró siete horas y resultó muy sangrienta… pero la ganaron los mexicanos. De acuerdo con el capitán y periodista Carlos Casarín, protagonista de aquellos acontecimientos, a las 8:00 de la noche del 25 de abril se habían levantado 300 zuavos muertos o heridos de la huerta y otros 125 del patio y los claustros del convento. Cifra a la que un día después se agregaron 42 muertos más. Fallecidos a los que se sumaron 130 prisioneros. En su, publicado recientemente por el INAH, Casarín registró que los defensores tuvieron solo 85 muertos y heridos; aunque otro testigo de los acontecimientos, el teniente coronel Francisco P. Troncoso, anotó que varios oficiales mexicanos perdieron la vida, mientras que entre la tropa hubo 200 muertos y 300 heridos.

Entre estos últimos estaba el coronel Auza, quien fiel a su compromiso siguió en su lugar a pesar de que un muro se le derrumbó encima, sepultándolo y lastimándolo de gravedad. En medio de la pelea, sin importarles que las balas zumbaran a su alrededor, varios soldados y oficiales lo sacaron de los escombros, tras de lo cual Auza siguió en su posición sin importarle que estaba “sumamente estropeado”.

Por ello, cuando terminó la batalla el general Francisco Alatorre, jefe de la 4ª División y encargado de la línea de defensa que iba de Santa Inés hasta El Carmen, escribió que debía “hacerse una mención honorífica del coronel Auza, que con una serenidad y actividad tremendas, conservó con su ejemplo el buen espíritu de sus subordinados, hasta quedar sepultados bajos los escombros”. Por su parte, el general González Ortega lo definió como “valiente entre los valientes” y aseguró

que fue “el héroe principal de esta brillante jornada”, ascendiéndolo poco después a general brigadier.

La defensa de Puebla en 1863 fue equiparada por el historiador Vicente Quirarte con la victoria del 5 de mayo en cuanto a heroísmo y esplendor. En general, debemos decir que se trató de una gesta honorable, digna e incluso sorprendente. Prueba de ello es que el líder de los expedicionarios franceses, el general Forey, la calificó como “inusitada y hasta cierto punto bárbara y reprobada por la civilización moderna, pues los edificios y casas de la ciudad están convirtiéndose en cenizas y escombros por su tenacidad”. Sin embargo, tras comerse hasta a los caballos y llegar a un punto en que no podían resistir un nuevo ataque, a los defensores de la ciudad no les quedó sino romper sus armas y entregarse prisioneros a los franceses el 17 de mayo de 1863… triste jornada de la que nos ocuparemos próximamente.

@IvanLópezgallo

Calle de Pitiminí, fotografiada tras el sitio de 1863
Calle de Pitiminí, fotografiada tras el sitio de 1863


El convento de Santa Inés tras la batalla
El convento de Santa Inés tras la batalla

Fuentes:

Alcérreca Flores, Agustín (2013). . México: INAH.

Chávez Orozco, Luis, El sitio de Puebla en 1863, Puebla, Gobierno del Estado de Puebla/Secretaría de Cultura de Puebla, 2007.

González Ortega, Jesús, Parte general que da al Supremo Gobierno de la Nación repecto de la defensa de la plaza de Zaragoza, el ciudadano general Jesús González Ortega, Puebla, Editorial Las Ánimas, 2013.

Troncoso, Francisco P. (1988). Diario de las operaciones militares del sitio de Puebla en 1863. Puebla, Editorial Las Ánimas, 2013.

Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, y muchas opciones más.


Google News

TEMAS RELACIONADOS