El año pasado me buscó un periodista de un medio en Estados Unidos para hablar sobre un caso de impunidad en la CDMX que estaba investigando. Después de varias preguntas sobre los niveles de impunidad en la ciudad y sus posibles causas, me preguntó: ¿pero qué te llevó a dedicarte a esos temas?, ¿te asaltaron?, ¿algún familiar tuyo fue asesinado?, ¿tienes una historia con la cual nuestros lectores puedan sentirse identificados? La pregunta me dejó fría. Al momento no podía entender la relación entre mi trabajo y mi vida personal. Sin embargo, su siguiente comentario lo dejó todo claro: “lo que pasa es que las personas suelen interesarse más por estos temas cuando saben que surgen de historias personales”. De acuerdo a la visión de este periodista, si mi trabajo había empezado por una tragedia experimentada en carne propia, entonces los temas de impunidad que analizaba serían “más vendibles”.

Traigo a colación esta anécdota para hablar de la “pornomiseria”. Si uno busca en internet el término, encontrará referencias a la película Agarrando pueblo, de Luis Ospina y Carlos Mayolo, cineastas colombianos que acuñaron el concepto. Esta película de 1977 retrata la filmación de un falso documental que explota la miseria humana como herramienta narrativa. En la película se vislumbra la desfachatez de unos documentalistas que buscan a toda costa filmar escenas de personas en situación de calle y de escasos recursos por generar un producto vendible en el extranjero. La fuerza de esta película y de este término es que describe a la perfección la fascinación de ciertas narrativas por observar desde una cómoda lejanía la miseria humana, sin intentar analizar las causas que la originan.

Sin embargo, la primera vez que yo escuché el término “pornomiseria” fue en boca de la periodista Marion Reimers en una conferencia sobre las narrativas dominantes en el discurso público. Tal y como lo describió Marion en esa mesa, la “pornomiseria” es la inclinación que demuestran algunos medios por buscar el lado trágico de las historias, sin tomar en cuenta el análisis de los sistemas que posibilitan y perpetúan dichas miserias. Por ejemplo, en lugar de hablar de la falta de financiamiento y apoyo gubernamental que existe para los deportistas en México, nos quedamos con la narración trágica del atleta que consigue obtener su pase para las olimpiadas, después de ir en contra de la corriente durante años y pagar de su propio bolsillo su equipo, su entrenamiento, sus viajes a competencias, etc.

Me parece indispensable hablar de la pornomiseria por el poder que tienen estas narrativas sobre nuestra forma de ver y analizar el mundo. La pornomiseria genera una fascinación con la miseria humana que se queda en lo que vende y entretiene. El análisis sistémico de las instituciones, inercias, redes y esquemas que permiten y perpetúan estas tragedias e injusticias no parece interesarnos. Vamos por la historia trágica. Lo que ocasiona la sobreexposición a estas historias, que se vanaglorian en retratar la miseria humana, es una ceguera ante otras narrativas tan necesarias en estos tiempos. Narrativas complejas, que analizan temas que podrían parecer aburridos, pero a los que hay que entrarle. Narrativas esperanzadoras. Constantemente, por mi trabajo, me preguntan si creo que los altísimos niveles de impunidad pueden reducirse en nuestro país, siempre contesto que sí, pero para llegar a ese cambio necesitamos analizar las causas de la injusticia y cambiar la narrativa.


Directora Ejecutiva de Impunidad Cero

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