La corrupción afecta de manera desproporcionada a las mujeres. Aunque se podría pensar que se ha avanzado mucho en el tema de equidad de género, la corrupción sexual o sextorsión apenas empieza a ser un tema reconocido e identificado como un problema social. Cuando se habla de corrupción usualmente se menciona el abuso de un poder para beneficio propio. Lo que se obtiene a cambio varía, desde dinero hasta posiciones laborales, sin embargo, cuando se habla de corrupción sexual, lo que se pide a cambio es un acto sexual. Aunque no es una violencia que afecta tan sólo a mujeres, sí son las mujeres la mayoría de las víctimas que padecen sextorsión. En el tema de la corrupción sexual, como en el caso de otros actos de violencia de género, los lugares donde ocurre varían, desde la escuela al lugar de trabajo, así como en espacios comunitarios para acceder a servicios públicos básicos.

Niveles de corrupción sexual

Ha sido tan poco visibilizado y atendido el problema de la corrupción sexual que encontrar estadísticas al respecto es todo un reto. A nivel internacional se puede identificar al Barómetro Global de la Corrupción de Latinoamérica y el Caribe 2020 de Transparencia Internacional como una de las encuestas de victimización de la corrupción en la que se pregunta sobre corrupción sexual. Las cifras son estremecedoras: 1 de cada 5 personas entrevistadas reconocen haber sido víctimas de corrupción sexual o conocer a alguien que sufrió esta violencia. Para hablar de niveles de corrupción sexual en México se puede identificar uno de los rubros de violencia laboral en la ENDIREH en la que se pregunta a las mujeres si “le han propuesto o insinuado tener relaciones sexuales a cambio de mejoras o beneficios en el trabajo”. Ante esto 13.6% de las mujeres de 15 años o más víctimas de violencia reportaron haber sufrido corrupción sexual en el trabajo.

Cómo hacer frente a este problema

Empezar a reconocer que la corrupción sexual existe y que una gran cantidad de mujeres son sextorsionadas a cambio de acceder a servicios públicos básicos o mejores condiciones laborales es el primer paso para hacer frente a este problema. Sin embargo, a la par necesitamos mecanismos de medición que nos permitan identificar cuáles son los lugares y los servicios por los cuales se extorsiona sexualmente a un mayor número de mujeres. Muchas veces por el temor a las represalias al momento de reportar estos actos las mujeres no se asumen como víctimas de estas violencias. O si se reconocen como tales, prefieren no decir nada al respecto por temor a ser revictimizadas y acusadas de provocar tal violencia.

Por qué es importante hablar de esto ahora

Porque a finales del año pasado se aprobó en la conferencia de la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción una resolución relativa al impacto que tiene el género en el tema de la corrupción en el que se reconoce que la corrupción sexual o sextorsión es un problema que debe ser abordado legalmente por los estados parte. Conociendo la tendencia en nuestro país de crear nuevos delitos que pocas veces son investigados o sancionados es importante empezar a hablar de este tema. La criminalización de la sextorsión puede tener consecuencias no intencionadas y negativas en las mujeres que la padecen al resultar ser ellas las acusadas de ofrecer un acto sexual a cambio de un beneficio. Por otro lado, existe ya el reconocimiento del delito de sextorsión en nuestro país que se refiere a una dinámica distinta en la que las mujeres son extorsionadas para no difundir imágenes o videos privados. Esta otra dinámica es distinta a la corrupción sexual y por ende es importante diferenciarlas. La adaptación de nuestro marco legal ante esta nueva recomendación tendrá que ocurrir en el corto plazo, por ello urge que empecemos a hablar de corrupción sexual.

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