Por: Héctor Zarauz

I.

El pasado 5 de agosto, la presidenta de la República, Dra. Claudia Sheinbaum Pardo, presentó con su equipo de energía y finanzas: la secretaria de Energía, Luz Elena González Escobar, el secretario de Hacienda y Crédito Público, Edgar Amador, y el director de PEMEX, Víctor Rodríguez Padilla, el Plan Estratégico 2025-2035 de PEMEX, el cual constituye una ruta de viaje en el próximo decenio para la paraestatal.

De ello se desprenden varias cuestiones a comentar de manera general, a reserva de hacerlo detalladamente en otra ocasión.

La propuesta se inscribe en la lógica iniciada durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, en el sentido de mantener los principios de fortalecer a PEMEX como empresa estratégica que garantice la autonomía nacional en materia energética. Ello a diferencia del rumbo de fragmentación y eventual disolución, iniciada desde la llegada de los gobiernos neoliberales hacia 1982 hasta el 2018, largo proceso que logró su máxima expresión en la reforma energética del 2013 durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, y que tenía como meta la extinción de PEMEX. La idea de revertir esta inercia quedó expresada en varias acciones, entre otras: inversión de recursos y en la aprobación, el 1 de octubre del 2024, de la reforma petrolera propuesta por López Obrador.

Dicha estrategia de recuperación energética tuvo logros importantes como aumentar la infraestructura petrolera al construir la refinería Olmeca en Dos Bocas, Tabasco, y completar la adquisición de la situada en Deer Park en Texas, asimismo pudo controlar los aumentos de precios que pagaba el consumidor (conocidos como gasolinazos), se combatió exitosamente (aunque no se exterminó) el robo de combustible (conocido como huachicol), aumentó la producción de refinados y se disminuyó en parte la enorme deuda de PEMEX heredada después de 36 años de exterminio energético. No obstante, la producción petrolera disminuyó marginalmente, al tiempo que no se logró por completo la meta de producción de combustibles pues se han seguido importando (gasolina y gas en particular).

II.

Con esos antecedentes, el actual Plan Estratégico, parece haber contemplado todos los vértices de la industria petrolera y sus problemáticas, sobre dos ejes centrales de los cuales derivan varias cuestiones más.

El primero es el relativo a las actividades productivas, planteándose el fortalecimiento de la producción de hidrocarburos, petroquímicos y fertilizantes, al mismo tiempo que contempla aspectos de control ecológico.

En tal sentido la meta es aumentar la exploración y extracción petrolera, hasta estabilizarse en 1,800 millones de barriles diarios considerando la extracción racional del crudo. Enseguida se pretende eficientizar las actividades del Sistema Nacional de Refinación (SNR), mediante una inversión de 189,678 Mdp para que la producción de gasolina, diesel y turbosina, aumente y se estabilice en algo más de 1,600 millones de barriles diarios en los próximos años, de tal forma que México logre la autosuficiencia energética. Vale recordar que, entre los periodos de Salinas y Peña, las importaciones de gasolina se incrementaron en 3,800%, y que, en el sexenio de Peña, en promedio, se importaban 615 mil barriles diarios de gasolinas, cuando en los años 80 del siglo pasado México era autosuficiente ¿cómo explicar esta involución?

Asimismo, se proyecta reactivar la industria petroquímica que, después de varios escándalos de corrupción (como los muy conocidos de Odrebrecht y Agronitrogenados, entre otros) y una política sistemática de abandono (por ejemplo, la venta de 60 plantas activas), había disminuido su producción en aproximadamente un 20%, propiciando la dependencia en insumos químicos y fertilizantes. Incluso el problema es aún mayor en materia de gas pues hacia el 2024 México importó el 74% de su consumo, lo cual, por añadidura complejiza la producción de energía eléctrica.

Ante tal panorama el plan se propone aumentar su producción en todos estos rubros, para lo cual se considera una mayor inversión de parte del Estado, así como la participación del sector privado.

En este esquema productivo se ha contemplado también el impacto en el medio ambiente pues se pretende disminuir la quema de gas. Sin contar que se sigue en la apuesta por desarrollar las llamadas energías limpias, como fue anunciado a través de la construcción de una Planta Termosolar en Baja California Sur, por señalar sólo el ejemplo más reciente.

III.

El segundo eje del Plan es el financiero, en el cual se postula dar viabilidad presupuestal, disminuir los pasivos y generar la autosuficiencia de la empresa, utilizando varias estrategias.

Una es simplificar (es decir disminuir) el régimen fiscal de la empresa que pasó del 65% en el 2018, al 30% actualmente, ya que los excesivos cobros fiscales de antaño -entre otros factores-, propiciaron que la deuda petrolera aumentara entre el 2007 y el 2018 (es decir entre los periodos presidenciales de Calderón y Peña), de 46.1 a 105.8 miles de millones de dólares, es decir un 129.5%. Llama la atención que tal endeudamiento sucediera sin que mediara la construcción de nueva infraestructura (recordemos que la refinería que se prometió en Tula nunca se materializó), o el hecho de que México, en ese periodo, era de los mayores exportadores de petróleo crudo, o bien que el precio internacional del barril de petróleo llegó a estar, consistentemente, arriba de 100 dólares (hoy día el barril se cotiza a alrededor de 60 dólares).

Paralelamente el gobierno hará importantes aportaciones para realizar pago de adeudos contratados en los años del neoliberalismo y cuyos vencimientos más importantes se darán en este 2025 y 2026. En este plano, al darse a conocer el paquete presupuestal para el 2026, se señala como prioritario asignar un sustancioso aumento a la Secretaría de Energía para paliar los vencimientos de lo que se ha designado como “la maldita deuda corrupta”. Adicionalmente la Secretaría de Hacienda emitió bonos por 12 mil millones de dólares, que ayudaron a la financiación de la empresa. El decidido apoyo estatal se manifestó enseguida

en una revaloración de las calificadoras internacionales como Fitch y Moody´S que expresaron buenas expectativas para PEMEX.

Las nuevas políticas e intervención estatales han permitido situar la deuda petrolera a 98.8 mil millones de dólares, es decir una reducción del 6.6% respecto al 2019. Sin embargo, se enfrentará un reto mayor este año y en particular el 2026, debido a los vencimientos de préstamos contratados en el periodo neoliberal. El actual plan es ambicioso en ese sentido pues se plantea para el presente año que la deuda disminuya a 88 mil millones, una reducción del 16% y para el 2030 un desendeudamiento del 26%.

Esta estrategia fiscal, refinanciamiento de deuda y aportaciones de recursos, junto con el cálculo del aumento de productividad, eficiencia, producción de derivados con valor agregado, etc., permitirán paliar la enorme deuda y cubrir las necesidades de inversión de la empresa.

El Plan Estratégico de PEMEX tiene fuertes implicaciones económicas y estratégicas para el país, pero también un importante impacto histórico al mantener el ideario de soberanía y autodeterminación. Desde luego en el papel parece un plan razonable y factible, sin embargo -como siempre- falta que se materialice y en ello los contextos económicos y políticos (tanto nacionales como externos, tales como la guerra de Rusia y Ucrania o el genocidio de Palestina, que impactan el mercado petrolero) pueden ser definitorios, ya con el tiempo se verá. Por lo pronto se mantiene la idea nacionalista expresada por el general Lázaro Cárdenas cuando decretó su expropiación: “por causa de utilidad pública y a favor de la nación”, así sea.

*Héctor Luis Zarauz López

Sociólogo e historiador. Se ha dedicado a trabajar temas de historia regional, económica y social, con énfasis en los periodos del porfiriato, la revolución y el México contemporáneo. Con sus trabajos ha obtenido reconocimientos como el Premio Salvador Azuela del INEHRM y mención honorífica en el Premio Marcos y Celia Maus. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Actualmente es integrante del seminario permanente de Historia Contemporánea y del Tiempo Presente. Es autor de varias obras: “Álvaro Obregón y la reforma a la Suprema Corte de Justicia de la Nación en el año de 1928”; “Valentín Elcoro e hijos. Historia de una vida empresarial”; “Tiempo de caudillos, 1917-1924”; “La revolución en la ciudad de México 1900-1920”; “La fiesta de la muerte; México. Fiestas cívicas, familiares, laborales y nuevos festejos”, entre otros títulos. Actualmente es profesor e investigador en el Instituto de Investigaciones Dr. José Ma. Luis Mora.

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