Algunos entretuvieron la idea de que El Rey del Cash sería la gran investigación periodística que iba a desvelar un enorme caso de corrupción. La comentocracia y los medios mordieron fácilmente el anzuelo de algo que no ha pasado de ser una campaña de marketing.

El libro de Elena Chávez es inconsistente y contradictorio de principio a fin. De entrada, no podemos ubicarlo en un género específico: es un híbrido inconsistente entre testimonio, investigación y mucha opinión personal.

Héctor Aguilar Camín se equivoca —o miente— cuando dice que “nada de lo que escribe Elena Chávez tiene fuente, pero todo le consta personalmente [porque] ella es su propia fuente”.

No extrañaría lo que Héctor supone sin haber leído el libro, pues resulta ostensiblemente falso el que a Elena todo “le conste personalmente”.

Hay muchas fuentes, la principal es su expareja, a quien cita sin su autorización. Permanentemente, la autora alude a versiones relatadas por terceras personas, y otras que parecen cadenas de chismes.

El personaje central de la obra —que no es AMLO ni César, sino ella: Elena— de pronto es actor, de pronto observador. Unas veces quiere ofrecernos un relato autobiográfico, con su recuento de agravios, rencillas personales y detalles de dudoso interés periodístico, y otras veces fantasea con estar haciendo periodismo de investigación.

Elena es una mujer agraviada y no lo oculta. Ella misma abunda en detalles sobre su vida privada, la relación con su expareja, y recurre constantemente a una enorme cantidad de adjetivos. Todo ello contamina la narración a tal punto que uno se pregunta si es capaz de producir un relato mínimamente ecuánime.

En una entrevista a Denise Dresser, Chávez asegura que hizo este libro “como investigación y no por despecho”. Incluso afirma: “Es un libro desde el periodismo porque yo soy periodista, entonces tuve que hacer una investigación de por qué se movían de esa manera”.

¿Se puede hacer periodismo así? Me gustaría escuchar su respuesta.

Si el texto fuera tan solo un testimonio, probablemente no sería uno honesto, pues Elena no es transparente en decirnos desde qué lugar habla. No explica cuáles son sus vínculos actuales con el PRD y “Los Chuchos”, y omite algo clave: haber sido constituyente de la Ciudad de México. Todo eso hace pensar también que el suyo es un texto políticamente dirigido por los hoy adversarios del Presidente.

Elena parece falsear la realidad cuando se refiere a su papel en el gobierno de la Ciudad de México con López Obrador, pues asevera: “mi trabajo consistía en darle seguimiento al trabajo de 70 mujeres que supervisaban la seguridad en igual número de coordinaciones territoriales”. Dice que incluso en esa tarea tuvo acceso a las mañaneras del jefe de gobierno.

Busqué confirmar ambas afirmaciones, sin éxito. Consulté directamente a 10 de esas setenta mujeres y solamente una dice haberla conocido, mientras que todas ellas aseguran que Chávez nunca supervisó su trabajo. Quien lo hacía era Paola Ojeda Linares. También afirman que Elena no tenía acceso a las reuniones de seguridad de las mañanas.

Busqué a Elena Chávez insistentemente para solicitarle su versión. Desde hace dos semanas vengo solicitando una entrevista con ella, pero solo he recibido largas. Mis espacios están abiertos para que aclare estas y otras dudas.

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