“O somos conservadores, o somos liberales, no hay medias tintas”. Sentenció en días pasados el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, refiriéndose a la posibilidad de que algunas fuerzas políticas se agrupen entre sí para hacer frente a su partido. Morena, quien es el mayor difusor de la propuesta relativa a la Cuarta Transformación, que se encuentra en proceso de consolidación; sin embargo, el movimiento no solamente tendría que difundir, debe aplicar para sí, la visión político-ideológica y de gobierno, propuesta por el Primer Mandatario de México.

Para algunos, lo dicho por el gobernante no tiene sentido, e incluso les resultará absurdo. Su mensaje tiene mucho de fondo ante un escenario político electoral, que pueda avizorarse a no muy largo plazo, en el 2021. Imaginemos que algunas fuerzas políticas se alían entre sí, en una estrategia electoral y de acompañamiento político a mediano y largo plazo. Con base en diversos estudios de opinión, todo parece indicar que la segunda fuerza política mejor evaluada en nuestro país es Acción Nacional, incluso, este partido ha logrado posicionarse en la opinión pública, como la más efectiva oposición al gobierno actual.

Si Acción Nacional agrupara a su alrededor diversos partidos, logrando establecer alianzas en sitios específicos, aunque no se dé este escenario en todo el territorio nacional, su consolidación como una sola fuerza política sería altamente factible, para lograr un contrapeso real al ejecutivo, a través del poder legislativo. De igual forma, Morena tendría que pensar en una ruta aliancista que le garantice efectividad electoral en algunas zonas del territorio nacional y, si acaso la soberbia no se impone, todo parece que así sería para lograr el complemento electoral que les garantice una mayor votación en los trecientos Distritos Electorales, que se disputarán en el año por venir.

Ante este escenario, es claro identificar lo dicho por López Obrador: dos bloques, uno cercano o comandado por la derecha, y el otro, por la izquierda, que, por primera vez, gobierna el destino de México. En conclusión, liberales contra conservadores. La pluralidad partidista obliga en el fondo, a los simpatizantes de cada fuerza, a una definición ideológica. No es extraño que, en los hechos, exista una coalición política para hacerse frente entre sí, ya sea por intereses políticos, estrategia electoral o, incluso, ideología; aunque ésta debiera de ocupar la primera y principal motivación.

Sin embargo, es importante destacar que esta aparente polarización, no necesariamente nos llevaría a un escenario más cruento y mucho más crudo en la arena política; pero sí obligaría, en algunos casos, a que actores políticos se definan o redefinan, respecto a su condición a futuro en torno a la conformación político-ideológica a la que quieran pertenecer: liberales o conservadores. El ejemplo más simple es el PRI, en él convergen hombres, que a lo largo de la historia, se han destacado por profesar una ideología que, aunque sea de centro, en muchos casos se aproxima de forma mucho más exacta a la izquierda convencional. Habrá otros que, en la búsqueda del poder, no tengan empacho en examinar una alternativa pragmática, que les genere certeza y estadía en el círculo del poder.

De una u otra forma, una definición de esa magnitud fortalecería a aquellos que, ideológicamente, se encuentran ya en un extremo u otro, derecha o izquierda, y esto es elemental cuando la mayor masa política se encuentra en el centro de estos extremos. Tal vez lo que el Jefe del Ejecutivo Federal está haciendo, es una sutil invitación a todos aquellos que se encuentran en un estado de aletargamiento político, para que definan su posición y, como consecuencia, su ruta política de acompañamiento a seguir. Cada partido político defenderá de manera primordial sus siglas; pero, en el fondo y en la práctica, parece ser que la confrontación entre liberales y conservadores es inminente.

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