“Está orgulloso de que lo sigan unos ratones. Lo llama ser tendencia”. “Pues yo me enorgullezco de que no me sigan ni los usureros ni los ladrones. Es un placer disfrutar la soledad en medio del crucero. Desde aquí puedes ver tendencias que van y vienen”. “¿Y si algún día te convirtieras en tendencia? ¿Qué harías?” “Nada, para entonces ya estaré un poco más muerto”. “La mañana lleva un gran saco. Le digo: eres tan vieja / que no necesitas despreciarme. / Tienes los zapatos rotos. / Tu chaqueta fue en otro tiempo mía…” Ya casi no sé poemas de memoria, acaso estas breves líneas de Thomas Bernhard. Me pregunto por qué las mañanas me tratan tan mal, me odian, las incomodo, y tiran cadáveres a mis pies, el cuerpo de mis hermanos y el de mi abuela, el fardo de los perros muertos que adoré de niño. Tal vez me detestan porque he preferido la noche y la risa abierta de las mujeres. Basta llamar a Bergson y tocar a sus libros para refrendar que el pasado no se ha ido, no ha pasado, no es algo que uno deja atrás en el camino, está en el presente, en la duración. “Estoy cansado… / Con los árboles sostuve conversaciones. / Con las ovejas padecí la sequía. / Con los pájaros canté en el bosque. / Amé a las mozas de la aldea. / Levanté la vista al sol. / Vi el mar. / Trabajé con el alfarero. / Tragué el polvo de la carretera. / Vi las flores de la melancolía en el cuerpo de mi padre. / Vi la muerte en los ojos de mi amigo. / Tendí la mano a las almas de los ahogados. / Estoy cansado.”

En las mañanas estoy muerto. Miro de reojo, sobre el buró, las pastillas y las gotas que me prometieron el sueño, un libro abierto en la página que ya no leeré. Ni siquiera tengo fuerzas para maldecir al sol y a sus sicarios. Cada copa que me tomo es una cicatriz en el rostro de una persona. Se me ocurre vomitar para sanarme, pero ni siquiera probé la cena de anoche: ¿quién abre en las noches sus fauces para… comer? No yo. Mis fauces son la entrada a un hoyo negro. Y hoy que la astrofísica llena los platos de la mesa, todos sabemos lo que ello significa. La gravedad domina al tiempo. ¿Quieren comprender a su país? Ódienlo, y luego consulten sus estadísticas y sus teorías. ¡Y van a coincidir: odio y números! Si no coinciden es que las estadísticas mienten. ¿Cómo se dio tiempo Locke de ser médico y ordenar al mismo tiempo al mundo civil? El problema de la convivencia, lo escribió, se resuelve principalmente en el poder legislativo, como también lo creía Hume.

¿El Brexit? “¿Quiénes son todos esos isleños para ustedes, alimañas continentales? Europa ha quedado aislada del Reino Unido”. ¿Y el cordón umbilical que une a Locke con Rousseau, Voltaire y Montesquieu? Se mantiene más sólido que un puente. En fin, a mí no me gusta el whisky, sino el empirismo inglés acompañado de coñac y quesos franceses. Si en las cárceles hubiera un resquicio de humanidad nadie querría escaparse. Y Europa se volvió una cárcel económica y tiránica. “En el futuro iré al bosque / Y enterraré las ciudades y dominaré las noches /con el cuchillo de la melancolía.” Thomas Bernhard vuelve a mi recuerdo cada mañana en que el sol se entromete debajo de la cama y hurga en mis zapatos arqueados. Bernhard no es tendencia. Es presente oculto en el pasado, y siempre vuelve... Y mis pastillas no logran expulsarlo de mi “mémoire”. A este respecto, Deleuze escribe: “Le parecía que las multiplicidades continuas pertenecían esencialmente al dominio de la duración. Por eso para Bergson la duración no era simplemente lo indivisible o lo no mensurable, sino más bien lo que sólo se dividía cambiando de naturaleza, lo que sólo se dejaba medir variando de principio métrico en cada estadio de la división”. Me alejo, hoy, este día, de lo que se puede medir, de lo que es tendencia, de lo que es… pura guarrada. “Tendí la mano a las almas de los ahogados. / Estoy cansado.”

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