Quieren que más jugadores vayan al extranjero, pero hacen todo lo posible para impedirlo. Son tan contradictorios, que por eso dan risa las propuestas que lanzan cada vez que el negocio entra en crisis.

No ceden un solo centavo, les interesa encarecer y llenar la cuenta de la manera que sea. Los “dueños” de los futbolistas no se ponen en los zapatos de sus muchachos, son demasiado egoístas.

Por esto y muchas cosas más, el futbol mexicano sigue y seguirá estancado, pudriéndose entre las palabras y engaños de quienes lo dirigen.

Lo anterior tiene que ver con Rodrigo Huescas, quien se fue de Cruz Azul para encontrar acomodo en el futbol de Europa, con el Copenhague, de la Liga danesa.

No le gustó al jerarca celeste que su mercancía haya decidido ir por su sueño, aventura, locura o como quieras llamarle. Se indignó porque el chamaco les había prometido (nada firmado) quedarse un tiempo más en la institución, lo que habría valido para el jerarca incrementar más del 300 por ciento su cláusula de rescisión.

Al ingeniero Víctor Velázquez y su gente no les pareció que el joven de 20 años de edad, un prospecto fabuloso de nuestro futbol, sólo les haya dejado dos millones de dólares; ellos querían, por lo menos, seis.

Huescas literalmente agarró sus cosas y se marchó, no esperó una publicación de agradecimiento ni nada, no quería perder tiempo.

El ejército celeste demandará a los promotores y al club que le robaron a su “joya”. Llevará el caso a la FIFA, irá con todo el peso de la Liga MX hasta las últimas consecuencias.

Dejen al muchacho en paz y permitan que triunfe en otro continente. Si les duele el dinero, en cualquier otra de esas negociaciones que les gusta hacer, lo recuperan.

Así de gigantes son las incoherencias del futbol mexicano.

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