A menos de que viva usted en una cueva sin acceso a información alguna, ya estará usted al tanto de que han dado inicio las campañas rumbo al proceso electoral del 6 de junio, que a decir del INE será el más grande de la historia, como lo fueron en su momento todos los anteriores. Es lo malo de algunas frases o slogans, lo cierto no les quita lo trillado.

La de la Cámara de Diputados es la que acapara la atención, pero están también en juego 15 gubernaturas y sus respectivos congresos estatales y ayuntamientos para un total de 20,311 cargos locales: un titipuchal, cómo dirían los mayores, aunque algunas otras palabras vienen a la mente.

Así lo dictó el calendario, pero no deja de ser curioso que el arranque de campañas haya coincidido con el Domingo de Pascua, o de Resurrección. Para quienes observan esas fechas santas, el espectáculo de candidatos y equipos de campaña pululando por doquier habrá resultado irónico por decir lo menos.

En tiempos tan tensos y crispados como los que vivimos, las campañas no pueden más que magnificar ese ánimo. Por ello, además de ser las más grandes, estas serán probablemente también las más sucias y enlodadas campañas de nuestra historia, lo cual no es poca cosa. Lejos de unir o de convocar a la mesura, la pandemia ha servido de catalizador para todas las mentiras, infamias y oportunismo que suelen caracterizar el juego político-electoral.

Nadie se salva: unos juegan a ser los salvadores, otros a culpar al gobierno de todo, pero el uso político de la pandemia y —aún peor— de la vacunación es muy simbólico del nivel de los partidos y sus candidatos.

Las gubernaturas son, para los ciudadanos de los 15 estados en que se disputan, el gran atractivo. El poder real que conservan los ejecutivos estatales hoy en día opaca, en la vida diaria, al del ejecutivo federal. Su impacto sobre las condiciones de vida, desarrollo y crecimiento de cada entidad son enormes, y un buen o mal gobernador puede impulsar o retrasar significativamente a su estado. Abundan ejemplos sobre todo de lo segundo.

Pero es el Congreso el que tiene al gobierno y su partido y a la oposición verdaderamente concentrados. Dado el impacto de las reformas/contrarreformas impulsadas hasta ahora por la autodenominada 4T, el que Morena pueda o no conservar su mayoría o incluso lograr la mayoría calificada es de enorme relevancia. Muchos intereses en juego ayudan a entender el por qué de alianzas que parecerían ilógicas o “contra natura”, parafraseando a un clásico de la política mexicana.

Pero cuando vemos a los partidos y sus candidatos, podría parecer que todo esto es un circo, o un lodazal. Partiditos, partidotes, partiduchos. Candidatos que militaron activamente en uno son ahora sus enemigos jurados, mientras que otros nomás hacen la finta para tratar de, como dice un candidato que no dijo, “chingarse 25 millones…” o cumplir compromisos explícitos o inconfesables. Son candidatos, y serán campañas, de terror.

Habrá quien le diga, apreciada lectora, lector, que su voto es indispensable para darle o quitarle la mayoría al partido hoy en el poder. Es cierto, pero yo le sugiero reflexionar un poco más allá de esa ecuación tan simple. Revise usted quiénes son sus candidatos, cuáles son sus propuestas (si las tienen) y cuál es su trayectoria, si la tienen.

Porque las elecciones son, también, para sacar a los pillos de siempre de escena, sin importar qué partido los haya postulado esta vez.

Analista político.
@gabrielguerrac

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