Vivimos un momento histórico de encrucijada, con retos y oportunidades insólitas, y grandes incertidumbres. Se ha puesto de moda acudir a la historia como referencia, fuente de contrastes, lecciones y experiencias. El Presidente López Obrador lo disfruta frecuentemente en sus mañaneras. La Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, fundada el 18 de abril de 1833 por Gómez Farías como la primera Sociedad Científica del continente, que cumple en estos días 188 años, está examinando los diferentes gobiernos desde la Revolución. Ahora lo hace con el de Ávila Camacho, en que yo presenté un análisis de su muy exitosa estrategia de desarrollo económico. De mi investigación se desprende que no se le ha hecho justicia como uno de los grandes Presidentes de México, que realizó auténticas transformaciones. Falso que “haya dado la vuelta a la Revolución”. Su gobierno ofrece lecciones de relevancia para nuestros días.

En 1940 México se enfrentaba a serias amenazas y presiones del exterior, derivadas de la Segunda Guerra Mundial. Las grandes transformaciones sociales de Cárdenas habían polarizado al país entre los radicales reformistas y los conservadores, particularmente empresarios del norte del país y del centro católico. Ello se tradujo en una elección muy cerrada entre éste y el Gral. Almazán.

Su primera gran contribución fue que desde el primer día de su gobierno, Ávila Camacho lanzó su convocatoria a la “unidad nacional”. Dijo: “El gobierno que hoy inauguramos es el de todo el país, cuyas normas estarán por encima de sectarismos, sin distinción de credos políticos, ni religiosas. Enfáticamente debemos comprobar que hemos borrado toda diferencia originada en la campaña política, pues el ejercicio de un derecho en la contienda electoral, sólo merece de nuestra parte estímulo y respeto. Pido con todas las fuerzas de mi espíritu a todos los mexicanos patriotas, a todo el pueblo, que nos mantengamos unidos, desterrando toda intolerancia, todo odio estéril, en esta cruzada constructiva de fraternidad y grandeza nacionales...” Fue la doctrina que practicó el llamado “Presidente Caballero” a lo largo de su gobierno. Debería ser ejemplo para el actual gobierno.

Como elemento esencial para enfrentar la situación nombró uno de los mejores gabinetes de nuestra historia: en Gobernación, Miguel Alemán (y no Sánchez Cordero); en Relaciones, Ezequiel Padilla (y no Ebrard); en Hacienda, Eduardo Suárez (y no Herrera); en Educación, Jaime Torres Bodet (y no Gómez); en Salud a Gustavo Baz (y no Alcocer); en Agricultura, Marte Gómez (y no Villalobos), Oribe de Alba para la gran obra de irrigación. ¡Las comparaciones son odiosas!

Con Eduardo Suárez, que repitió como Secretario de Hacienda, impulsó la estrategia “desarrollista” innovadora, iniciando el periodo más exitoso de nuestra historia económica, privilegiando el crecimiento, 6% anual (9.7% en 41’, 7.4% en 44’), que duraría 30 años. La “economía de guerra” prevaleciente impulsó nuestras exportaciones, remesas de los braceros, capitales extranjeros, que escogieron a nuestro país como refugio. Las reservas internacionales aumentaron y aunque hubo presiones inflacionarias, que se moderaron, no se frenó la economía. Se dio una agresiva política industrial, sustentada en la sustitución de importaciones, promovida activamente por líderes empresariales, particularmente de Canacintra y Coparmex, a la cual se sumaron los sindicatos.

En el terreno financiero, un Banco de México heterodoxo con un doble objetivo, también privilegiaba el crecimiento y, para ello, financiaba al gobierno. Nacional Financiera se definió como el banco de la política industrial, financiando la creación de grandes empresas estratégicas industriales (p.e., Altos Hornos, Cobre de México) y la banca, particularmente las nuevas financieras y Banamex financiaron industrias con créditos de largo plazo y aún capital.

Al mismo tiempo, Hacienda contribuyó a la normalización internacional del país, mediante un Acuerdo (noviembre, 1941) con las compañías petroleras americanas mediante peritaje, pagando menos del 10% de lo reclamado, lo cual eliminó el boicot internacional que sufríamos y, luego, un Acuerdo sobre la vieja deuda del Porfiriato, pagando sólo el 10% del saldo, lo cual restableció el crédito externo.

Así fue posible negociar un Tratado de Comercio con E.U. en 1942, 50' años antes que Nafta y un Acuerdo de braceros, como el que ahora se busca. Los americanos querían bases y presencia militar en México. El Presidente sostuvo con éxito que sólo el Ejército Mexicano era responsable de defender nuestras fronteras. ¡No la actual militarización forzada de nuestra frontera sur!

Impulsó una política social de gran aliento. Como pieza fundamental se creó el Seguro Social. El Dr. Baz en Salubridad montó un gran plan de hospitales y creó el Centro Médico, el hospital de Cardiología con el Dr. Chávez, el de Nutrición con el Dr. Zubirán y el Infantil, instituciones ejemplares, no el proceso de destrucción de ahora. En Educación, Torres Bodet montó una gran campaña de alfabetización y creó lo que después sería la Normal Superior.

Ejecutó una política exterior para salir del aislamiento y recompuso la relación con E.U. Por primera vez un Presidente americano, Roosevelt, visita a nuestro Presidente en una ciudad mexicana, Monterrey y Ávila Camacho le devuelve la visita en Corpus Christy. México tiene presencia activa en la creación de la ONU en San Francisco e intenta sentar las bases de un sistema iberoamericano en la Conferencia de Chapultepec. Luego, contribuye de manera prominente a construir el orden económico internacional de la posguerra, en la Conferencia de Bretton Woods, que creó el FMI y el Banco Mundial, en que México define que éste no debe darle prelación a la reconstrucción europea, sino en el desarrollo.

Realizó cambios importantes en materia de política. Inició la desmilitarización de la política –ahora revertida- eliminando al sector militar de la estructura del PRI y, finalmente, postulando a Alemán, que sería el primer Presidente civil desde Madero.

Ávila Camacho entendió bien su momento histórico, el nuevo orden que surgía. Lo aprovechó para realizar una verdadera “transformación”. No la actual lamentable “regresión”, ¡a veces “ópera bufa”, que puede desembocar en tragedia!

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