El "paquete económico" transmite una “sensación de alivio”, recibiendo adjetivos como “prudente” y “fiscalmente conservador”… sin embargo no entusiasma. Es razonable en varios de sus supuestos, aunque muy optimista en variables clave. Los que se han tomado el trabajo de leer el documento de Criterios de Política Económica, apreciarán que tiene un despliegue académico novedoso: analiza los motores del crecimiento, contiene un análisis de riesgos y examina la "regla fiscal” para instrumentar políticas anticíclicas. Se confirma que Herrera y la Secretaría de Hacienda es una de las mejores caras de este gobierno.

El Presupuesto es la expresión “sin adjetivos” del Programa de Gobierno. Está orientado al doble fin de cumplir sus objetivos básicos, pero también a satisfacer a los mercados y las calificadoras. Su punto central es el superávit fiscal primario de 0.7% del PIB, el bajo déficit fiscal de 2% del PIB y, no aumentar la relación deuda/PIB. Luego empiezan los problemas. Después del 0.5% de crecimiento esperado para este año, no se ven realistas sus metas para 2019 de 1.2% y, 2% para 2020. Imposible que se aumente la producción de Pemex de 1.7 a 1.95 millones diarios. No se ve factible el incremento de los ingresos tributarios, que sin reforma fiscal, es el “talón de Aquiles” de la 4T.

De sus tres objetivos principales: no se podrá cumplir el de seguridad, con un gasto de sólo 1% del PIB; el rescate de Pemex, es un avance, pero no suficiente. Si bien hay un esfuerzo bien intencionado para mejorar el “bienestar social”, con una derrama asistencial de “nuevos programas”, a través de meras “reasignaciones”, no conforma un verdadero Estado de Bienestar con serias insuficiencias en salud y educación. El pago de las pensiones (igual al IVA), las participaciones a Estados y el servicio de la deuda, dejan muy poco espacio fiscal frente a presiones de gasto válidas, que parecen inmanejables.

El principal problema es que nos mantenemos para el corto y mediano plazo en la ruta del “estancamiento estabilizador”. Es decir, es una economía que se mantiene estancada a niveles de 2%, o aún menos, supeditada a preservar la estabilidad y el equilibrio fiscal, en contraste con el “desarrollo estabilizador” que privilegiaba el crecimiento. Es obvio que no se puede aumentar el crecimiento si no se eleva la inversión pública históricamente baja, 2.5% del PIB y a la baja, cuando parte de la que hay es disparatada: los aeropuertos de Toluca, Santa Lucía y Dos Bocas. Además, la estrategia política y económica carece del sustento de una administración pública competente (debilitada por errores y recortes) que la aplique. Es difícil que la inversión privada efectiva sea suficiente para una reactivación, menos si hay desconfianza. ¡Sin más crecimiento no hay desarrollo y sólo se redistribuye miseria!

El barco se mantiene a “flote”, el “piloto” identifica la tempestad que se avecina; los vientos recesivos, la turbulencia internacional. Pero no produce “nuevo” plan de navegación. Si se anticipa que hay que preparar los elementos para una política anticíclica, sin ejecutarla. Por ello se habla de defensas, como los importantes fondos de estabilización por $400,000 millones, la buena idea de revisar la regla fiscal (gastar más en la recesión; ahorrar en la abundancia) y crear un Consejo Asesor Fiscal.

En la realidad, en el PEF 2020, la economía mexicana está en un inerme “más de lo mismo”. Estamos en el círculo vicioso en que cayó Europa después de la Gran Recesión de 2008: se recorta el gasto, cae el crecimiento y luego los ingresos, aumenta la deuda, a menor PIB se deterioran los indicadores y hay que hacer nuevos recortes. Así, continuaremos por la ruta del “estancamiento estabilizador”. Éste puede durar algún tiempo, sostenido con paliativos sociales, si no surge una tormenta interna o externa que lo sacuda. ¡Pero no se produce ninguna “Gran Transformación”!

Exembajador de México en Canadá.
@ suarezdavila

Google News

TEMAS RELACIONADOS