México, ante las crisis provocadas por el CV-19, enfrenta una encrucijada histórica entre transformación o regresión. Vamos claramente a contracorriente de las tendencias mundiales modernizadoras, entre autocomplacencia interna y la burla global por ocurrencias “amlistas”. El mundo está cambiando en dos posibles direcciones: el “capitalismo de Estado” o el “socialismo de mercado” de China, seguido por Vietnam, los países que mejor han controlado la pandemia y reactivado la economía. Representan la vertiente asiática de un Estado fuerte desarrollador con visión de futuro para acelerar el crecimiento, la industrialización con cambio tecnológico en sectores estratégicos y empresas líderes, con cada vez mayor participación del sector privado y del mercado.

Por otra parte, el cambio de paradigma en ideas y políticas de los países más avanzados de Occidente. Se ha abandonado el neoliberalismo. Mayor participación del Estado con una fuerte expansión fiscal, incurriendo en déficits, financiado con deuda, justificados para apoyar empresas, empleo y familias vulnerables, complementada con una política monetaria que inyecta grandes volúmenes de liquidez.

México no pertenece a ninguna de estas dos vertientes progresistas de la “nueva economía”. Sus ideas están ancladas en el pasado. Atraso es su política económica que aplica el más férreo neoliberalismo, de equilibrio fiscal sin deuda, la austerocracia de recortes y el más pequeño paquete de estímulo frente a los efectos del Covid-19. Un Estado minimalista inerme ante el desplome de la producción y el empleo y la pobreza en aumento.

Rezago ante la descontrolada pandemia con 65 mil muertos, porque obcecadamente no aplicamos políticas de países exitosos, como uso obligatorio de cubrebocas, pruebas, rastreo, buena coordinación entre gobiernos, la canalización suficiente de recursos a salud. Así se prolongará el CV-19 hasta el año ¿próximo? y, al no contenerse, tampoco la caída de la economía.

Regresión mexicana apostando al petróleo y combustóleo contaminante, con un Pemex quebrado que construye refinerías subacuáticas, cuando se avecina el auto eléctrico, y construyendo un tren maya que destroza una invaluable reserva ambiental. Va a contracorriente de países e ideas, que se han pronunciado por una nueva política energética, hacia energías limpias, solar y eólica, luchando contra la seria amenaza del cambio climático.

Atraso, cuando para contrarrestar los efectos de la pandemia el gobierno se limita a “programitas clientelares”, fragmentados e insuficientes, cuando los grandes países han configurado una red de protección social de gran alcance, con seguros de desempleo, ingreso básico, sistemas de salud universal.

Retroceso tecnológico, ignorando la era digital, destruyendo Conacyt y SCT. Tremenda regresión en el sistema educativo, ya de ínfima calidad, con daños perdurables sobre la educación de niños de bajos ingresos, con falta de computo y conectividad electrónica, aumentos en la deserción escolar y ampliación de la brecha de desigualdad.

¡No recuerdo una época de mayor regresión de las ideas y las políticas en nuestra historia! Ni en el atacado porfiriato que con todas sus lacras, tuvo destellos de modernización con Justo Sierra, Rabasa, Vallarta, Casasús, el positivismo, “más administración”… y creó la actual red ferroviaria. Al Presidente lo encierran sus “allegados del círculo del atraso” ¡Si no se rompe, el costo histórico será incalculable! ¡El sexenio del retroceso!

Exembajador de México en Canadá. @suarezdavila

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