“Perro no come perro”. No por casualidad, una vez que el formidable concretó el penalti a lo Panenka en el estadio Nemesio Díez contra Necaxa, múltiples manifestaciones de porteros se desataron en redes sociales.

Ninguno de ellos le aplaudió su atrevimiento; más bien, se mostraron sorprendidos en su mayoría.

Y es que una regla básica de vida indica: “No hagas a los demás lo que no te gusta que te hagan”, y para un arquero no existe peor burla que recibir un cobro de penalti a lo Panenka.

En 1976, una vez que el original Antonin Panenka cobró el penalti definitivo de la final, en la Eurocopa contra Sepp Maier, el arquero alemán declaró: “Es el penalti más bello, una obra de arte”. Por ser inédito, por ser tan diferente y por ser tan arriesgado. Créame, ningún otro arquero lo volvió a considerar de esa manera.

Tiago Volpi tiró el penalti porque es uno de los ejecutores en Toluca, nada raro.

Lo curioso es que enfrentaba a un arquero debutante en Primera División (aunque con 30 años de edad), que el marcador se encontraba 2-0 y que, a los ojos del resto de sus colegas, humilló a un portero como a él no le gustaría ser humillado. Códigos no escritos, al fin y al cabo.

Digamos que fue en este siglo XXI que, de pronto, se pusieron de moda este tipo de cobros.

Muchos no dudan en llamarlos atrevidos, de gran valor y enorme frialdad. Yo les llamo irresponsables, egoístas y netamente provocadores.

Como consecuencia del aumento de Panenkas, varios de ellos también han sido malogrados... Y es ahí donde los arqueros festejamos el ridículo y la humillación en sentido contrario. Venganza rica. Por lo mismo, al ver a Volpi tirar ese penalti en la Jornada 17 de la Liga, nos quedamos tan extrañados como confundidos... ¿Qué necesidad? Pensamos... Aunque hubo una razón.

Por su parte, el Charro Ramírez, portero de Necaxa, vivió una jornada medio emocionante, medio extraña y medio contrastante. Tras luchar por más de 10 años, desde su debut en Ascenso, por una oportunidad en la máxima división y tras esperar todo un torneo en la banca, llegó el día soñado en un escenario ideal para, por fin, mostrarse. Dentro de la enorme alegría que significa un debut de ese tamaño, aparece el coraje de recibir lo que se puede considerar una falta de respeto de quien, ya consagrado en la portería rival, cruzó el campo para anotarle de esa manera.

El cobro de Tiago fue en respuesta a una provocación verbal recibida, lo que considera la ruptura de otro código entre colegas. Al notar que el Charro se movía mucho sobre la línea y con la costumbre de practicar esos cobros, decidió llevarlo a cabo.

“Perro no come perro”, se dice en el argot futbolero, pero ante la provocación previa de Ramírez, también podría decirse: Entre gitanos, no se leen las manos.

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