Tres sustantivos que se refieren al tiempo, esa dimensión física que ubica a las personas y a las cosas en diferentes momentos dentro del universo como podrían decir los físicos; ese espacio, como afirmaba Alberto Einstein que depende del estado de cada observador.

Así es como podemos diferenciar lo que sucedió, lo que está sucediendo y lo que puede llegar a suceder, considerando que el futuro es siempre incierto.

Pero no me referiré a esas concepciones físicas de la relatividad del tiempo, hablaré de un pasado que presenciamos en el centro histórico de nuestra gran ciudad, cuando en un video miramos la llegada de Porfirio Díaz a inaugurar el edificio en el que se ubicaría la Escuela Nacional de Jurisprudencia.

De un pasado que miramos cuando entramos a ese edificio, que restaurado y modernizado fue a principios del siglo pasado la sede de la escuela en la que se formaron generaciones de muchos abogados que en su momento contribuyeron a formar a nuestro gran país.

Sí, estuvimos recordando en ese edificio vetusto, tiempos ya idos, en el que por cierto, como un augurio de tiempos mejores, que tanto necesita México, se encontró majestuosamente bella, la cabeza de una serpiente a cinco metros de profundidad. Un Quetzalcóatl imponente que adornará la entrada a ese recinto.

Aquí se formaron profesionalmente los presidentes Miguel Alemán, López Mateos, Echeverría y López Portillo. Un pasado en el que estudiaron leyes, y estaban presentes Ricardo Franco Guzmán y Raúl Carranca, ambos actualmente catedráticos de la Facultad.

El presente se miró con los muros que se yerguen vigorosos en el patio y en las aulas restauradas, como en un ascensor ahora instalado.

Pero no solo en lo físico miramos el presente, también lo vimos en el entusiasmo y afecto con el que fue recibido el Rector de la Universidad de la Nación, el doctor Enrique Graue, quien al recorrer esa construcción fue ovacionado con respeto y cariño por la comunidad universitaria que ahí se encontraba.

Un presente, que injusto e ingrato sería dejar de mencionar, pudimos contemplar gracias al esfuerzo en coordinar voluntades y recursos para realizar esa obra, de quien ahora es el digno director de la Facultad de Derecho, el doctor Contreras Bustamante, que ha colocado a esa institución en el primer lugar de las escuelas de derecho de habla hispana, y en la número 26 a nivel mundial.

El Director de una Facultad, que ha logrado, que ni en la pandemia, se suspendieran las clases al haberse seguir impartiendo a través de los modernos sistemas que brinda la tecnología, y que durante los siete años y meses de su administración ni un solo día ha sufrido una suspensión de actividades esa Facultad.

Y al mencionarlo, aparece el otro tiempo de las dimensiones físicas, el futuro, que aunque siempre incierto, su certidumbre dependerá de la decisión que en las próximas semanas asumirá la Junta de Gobierno de la Universidad Nacional Autónoma de México, para determinar quién será su próximo Rector.

Que para bien de los universitarios, de la Universidad y de México, sea la determinación de ese órgano colegiado, una decisión sabia y así será, si Contreras Bustamante, que ha demostrado, y sobradamente, tener méritos para serlo, se hace realidad el grito que escuchamos ese día al referirse a él: Rector, Rector, Rector.

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