Antier, como ya es costumbre en Palacio Nacional, se volvió a hacer uso de la estrategia descrita en esta columna hace un par de semanas: la técnica de Steve Bannon, también conocida como “inundar el campo con mierda”. Palabras más, palabras menos, la idea es distraer de temas serios con ocurrencias e insultos, tales como los papelitos apócrifos que se blandieron en la conferencia de prensa matutina del martes.

Es necesario obviar ese ruido para concentrarse en lo que ocurre, no en lo que se dice. Porque esos dichos sólo son un burdo intento por esconder lo verdaderamente preocupante: los hechos.

Hablemos de lo que en verdad importa.

¿Qué es lo que en verdad importa? Para empezar, la epidemia que aún no se controla. Los picos previstos y los muertos estimados por el gobierno fueron rebasados hace ya varias semanas, y los datos que nos subreportan nos dicen que aún falta mucho por “domar” lo que se jura domado.

Mientras tanto, la economía está en caída libre. Las estimaciones más alegres hablan de una caída del Producto Interno Bruto mayor a la experimentada durante la crisis de 1994-1995. Los datos preliminares del INEGI publicados en su encuesta más reciente son desoladores: 12 millones de mexicanos sin empleo. Cerca de 10% de la población.

Y eso es sólo al corto plazo. Al mediano y largo hay que hablar de la destrucción del medio ambiente que se fragua desde la presidencia. Ahí está la reducción del 75% a gasto corriente, que casi todo mundo asocia con recortes burocráticos. Pero ese recorte del 75% va mucho más allá: amenaza a la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas , la CONANP, y a la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, la CONABIO. En un país catalogado como megadiverso, por tener al menos 10% de la diversidad terrestre, la idea de reducir el presupuesto sólo puede ser calificada como ecocidio.

Para que no quede duda: ese ecocidio es premeditado y pruebas no faltan. Ahí están la construcción de la refinería de Dos Bocas o la promesa de agrandar la el complejo petroquímico de Cangrejera en Coatzacoalcos. Si esto no es suficiente, tenemos la estocada a las renovables en favor del combustóleo, un residuo de la refinación tan pero tan contaminante que a partir del próximo año quedará prácticamente prohibido su transporte a nivel internacional. En México, en cambio, nos inundaremos de él.

Pero la cereza en el pastel es todo lo relacionado con el Tren Maya . Un tren que hará daño irreversible a la Reserva de la Biósfera de Calakmul, según nos dicen quienes han dedicado su vida entera a estudiar este lugar. Un tren que no cuenta con estudios de impacto ambiental, como ha admitido el propio Fonatur , el Fondo Nacional del Fomento al Turismo. Un tren que correrá con diésel.

Ilustración más clara no hay: una locomotora que destruirá lo que encuentre a su paso mientras contamina todavía más el aire que respiramos.

Que nadie se sorprenda cuando en las siguientes conferencias de prensa matutinas veamos una nueva andanada en contra de quien alza la voz respecto a estos atropellos. Lo que quieren es que no se discuta lo que realmente importa.

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