Han comenzado las campañas para las elecciones a la presidencia, así como miles de cargos más y es necesario reflexionar en torno al ambiente de desinformación, manipulación y calumnias que ha sido alentado por oscuros intereses en contra del presidente de México y de la candidata a la presidencia de la República por Morena.

Siempre he considerado que la ética debe formar parte de la política y ambas, son indispensables para el adecuado funcionamiento de la sociedad; la Ética, como la define la Real Academia Española, es el conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida; y la sociedad, según el prestigiado diccionario Merriam-Webster, es "una comunidad, nación o un grupo amplio de personas que tienen tradiciones, instituciones y actividades e intereses colectivos comunes". La ética entonces, debe ser consustancial a la vida en sociedad y por extensión, a todos las actividades de la vida en común entre las cuales está, por supuesto, el actuar de los medios de comunicación.

Cualquiera que se acerque hoy, así sea de manera superficial, a la mayoría de los medios impresos y audiovisuales tradicionales, podrá notar que sin cuidar el respeto a sus audiencias propagan gran cantidad de información con algún sesgo de carácter político. Por poner algunos ejemplos, la difusión de delitos como la trata de personas, el tráfico de sustancias ilícitas, las violencias exacerbadas motivadas por injusticias o inequidad, son hechos que han tenido origen, en su gran mayoría, en el injusto sistema neoliberal fomentado por los anteriores gobiernos de derecha; pero con cinismo, persistencia y mala fe, son atribuidos a la administración actual.

Al mismo tiempo, deliberadamente se ocultan o minimizan noticias sobre grupos de interés o corporaciones nacionales y extranjeras cuyo accionar afecta severamente el medio ambiente, o que operan el despojo de tierras, acaparan aguas e imponen monopolios; todo ello producto de voraces esquemas de obtención de ganancias que en no pocas ocasiones, se han hecho al amparo de una corrupción monumental.

¿Por qué entonces es imprescindible reflexionar sobre estas técnicas inmoderadas y despóticas que inventan falsedades y distorsionan la información y que por ello mismo deberían estar sancionadas, sin perjuicio del derecho a la libre expresión?

Simplemente, porque lo que se divulga así impide la transparencia y aleja a la sociedad de la verdad; las noticias sesgadas tienen como fin encubrir la realidad e imponer mentiras como la verdad. Desde el inicio del sexenio se usaron en contra de nuestro gobierno, pero se han vuelto ya una práctica continua, cínica y abusiva, sin sanción.

La falta de automoderación de la mayoría de los medios masivos de información, debe animar el debate nacional sobre la ética y responsabilidad corporativa en relación con la sociedad en su conjunto.

La llamada Posverdad, que consiste en la divulgación deliberada de noticias falsas con el objetivo de distorsionar la realidad para influir en la opinión pública, no debe tener futuro en México. Todas y todos debemos combatir los falsos mensajes y no alentar la desinformación.

La verdad y el bien común lo exigen.

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