Para Susana y Berenice, por aquellos días
en que un caimán solía interrumpir los recreos de su escuela.

1. La pura money

“Me contó el campanero esta mañana / que el año viene mal para los trigos”, Ramón López Velarde.

Y sí, el año, el mundo, la época, la vida entera sin ton ni son, llegó mal no sólo para los trigos, para los tres tristes trigales, sino para la humanidad entera.

El Covid.

Porque cambiamos el bienestar por la pura money.

Porque estábamos en la ambición de los muy muy, enfebrecidos con los Chicago Boys.

Porque quisimos arrojar por la borda el resto de felicidad que nos quedaba.

O la fantasía, esto es más creíble, de ello.

Porque se llenararon los ríos de jabonaduras y desechos.

Burbujas de transas industriales high tech.

Los niños sin cuerpo, sin estomaguito, y sus mamás llenas de ausencias, de vida orgánica, de llagas, violencia sin mesura.

Gracias Chicago Boys.

Porque los muertos fueron enterrados casi vivos, en tanto pobres de solemnidad.

Estadísticas del INEGI y del Banco Mundial.

Porque ya no era, ya no es posible tanta barbarie.

Aunque es, todavía: véanse, si no, los retorcimientos de las casas y los jacales de bolsa que ya no aguantan ni un simple ventarrón.

Aunque después del bicho de Wuhan casi todo lo global de locos luzca el rostro de una muñeca civilizada pero en desfiguración total, multilateral.

Porque la vida que se fue, que no se ha ido, es la de los detestables, horrendos, mil veces condenables y condenados matamujeres.

¿Ya vieron ustedes, los asiduos leepáginas y leeperiódicos que en el confinamiento aumentó, en todas partes, la golpiza contra las mujeres y las familias?

Infelices.

Matamujeres, mata vidas.

Horror de los siglos.

2. Como si te vendieran una cerveza con una cucaracha adentro

¿Por qué tuvimos qué llegar a esto?

¿Qué ángel malo vino a aposentarse en la Puerta de los Leones de Chapultepec, pero también en la de Brandenburgo y la de Alcalá (omito hablar de la del Inferno, por evitar la pura y simple repetición)?

Hagamos cuentas, una a una, de las oportunidades perdidas.

Cuando se dijo a gritos ¡Modernidad! Irrumpieron magnicidios y balazos, la corrupción.

Y los aplausos oportunistas y serviles que no podían faltar.

Cuando se pronunciaron, luego de la bancarrota pública moral y material, los conceptos de Cambio o Transición, el engaño iba a ser cada vez mayor y la Democracia, que sonaba tan falsa, como si te vendieran, a la voz de “una Democracia sin Adjetivos”, una antojosa y bien heladita cerveza con una cucaracha adentro.

Y luego aparecieran, como actores reservados en el proscenio, pero bien preparaditos con su guión, todos los chapos, zambadas y zambones de este mundo para entristecernos.

El año venía mal, pero ellos no.

Ellos sabían su trama sin aparente trauma (o eso parecía.)

Junto con sus hombres de ideas.

3. El mundo que viene

¿Qué podríamos cantar ahora, cómo saludar al mundo que ya está, después de mil y uno sufrimientos por un virus que a los tres o cuatro días te adentra en el sarcófago sin darte el chance de nada?

Pensemos en el amor que necesitamos como a nuestras tortillas, en el viento y el agua y la tierra que piden volver a la pureza, a su lugar, para que sigamos siendo amigos y no sus depredadores.

Pensemos una y otra vez en el amor que es como el mar que nunca termina.

Que la vida es para celebrarla con un vestido blanco, en un tarde limpia, con una sonrisa majestuosa y feliz.

Pensemos en las algarabías nerviosas infantiles de Susana y Berenice a la hora en que, a la mitad del recreo, alguien solía gritar: “ahí viene el caimán, ahí viene…”

Cuando todos los escolapios echaban a correr con una extraña y rutinaria naturalidad.

Pensemos en lo nuestros, en los nuestros.

En esos niños a los que el mundo, que ya no existe como tal, está hoy, ahorita mismo, sentando ante las pantallas como si tuvieran preceptores de tipo medieval, demasiado amenazantes y corporativos, por cierto.

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