Vivimos en una época donde la cooperación entre individuos con conocimientos y habilidades muy diferentes es la clave para el éxito de las empresas y cualquier tipo de proyectos. La diversidad de capacidades y perspectivas es lo que hace de la creatividad colectiva uno de los mayores motores del mundo actual.

Sin embargo, esto implica un grave problema pues las mujeres siguen subrepresentadas en los altos cargos políticos y empresariales, y eso ha restado mucha diversidad y creatividad colectiva en la toma de decisiones. Nuestro mundo tiene muchas carencias y nos hemos permitido desperdiciar gran parte del potencial femenino, que ha demostrado ser muy poderoso.

A la pérdida en bienestar por desperdiciar las contribuciones femeninas debemos sumar otro agravio aún peor: la injusticia y los crímenes de los que siguen siendo víctimas las mujeres. La situación es insostenible y por ello es preocupante que buena parte de los esfuerzos se estén desperdiciando en discusiones excesivamente polarizadas que contribuyen muy poco al combate a la violencia contra la mujer.

Muchas feministas hacen una muy productiva labor de informar, concientizar y han venido logrando cambiar poco a poco la percepción de bastantes personas. Otras ganan derechos y espacios para la mujer en escuelas, empresas y gobiernos, y justamente a eso es a lo que hay que apostarle más recursos. Desafortunadamente otros esfuerzos se desperdician en enfrentamientos donde ambos bandos se van radicalizando, se ofenden, sólo afianzan sus propias concepciones sin sumar adeptos a la lucha y terminan alejándonos de acuerdos más amplios y urgentes. La sabiduría popular nos recuerda que se atraen más moscas con miel que con hiel y que a palabras ofensivas oídos sordos.

Por ejemplo, se generó bastante polémica por dos actos este año: se encontraron letreros que incitaban a violentar feministas en los baños de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México, y algunas feministas reaccionaron destruyendo parte del inmobiliario.

También, un grupo de feministas molestas pintaron la base del Ángel de la Independencia, y por esto fueron objeto de insultos y reproches, al tiempo que otras personas insultaron a aquellos que las criticaron.

En ambos casos, la discusión, en lugar de centrarse en qué mecanismos implementamos para disminuir la violencia contra la mujer, se enfocó en cosas menos trascendentales como si los letreros los hicieron hombres o mujeres, quién tuvo la culpa, o en lanzarse insultos al por mayor que no nos llevan a nada bueno. Por ejemplo, cada vez hay más recursos para atender psicológicamente a las víctimas de violencia de género, pero es increíble que en muchos lugares no haya asistencia para los victimarios y sin atención es más probable que sigan abusando de mujeres. Hubiera sido más productivo si buena parte de los mensajes con insultos en redes sociales mejor hubieran demandado recursos para tratar a victimarios.

Es natural que haya mujeres muy enojadas porque piensan que no se hace lo suficiente y también es de esperarse que no todos pensemos igual y algunos consideren que hay feministas que exageran; esto es tan previsible que tenemos la oportunidad de no malgastar esfuerzos, de ser más civilizados, tolerantes y exponer nuestros puntos de vista de forma pacífica.

Por ejemplo, hay hombres a quienes les molesta que se hable tanto de los feminicidios porque en México se asesinan a muchos más hombres. Es cierto, también son muy preocupantes los asesinatos de hombres, no obstante, son dos fenómenos diferentes, ambos deben denunciarse pero sus causas y la forma de combatirlos son distintas. No hay necesidad de pelearnos para exponer ambos puntos de vista, es improductivo hacerlo.

Otras personas discuten sobre lo que puede llegar a ser considerado un acoso o violencia de género. Es natural que pensemos distinto, pero si se crean medidas extremas como apartar vagones del metro exclusivos para mujeres es porque casi todas las mujeres han sufrido acoso de acuerdo con cifras del gobierno de la Ciudad de México y a campañas en redes sociales como #MiPrimerAcoso y #MeToo.

Si queremos persuadir, primero intentemos empatizar, ponernos en el lugar del otro; como hombres debemos aceptar que los acosos no deben pasar y que además pueden generar que una mujer deje de asistir a un curso, ponga menos atención a sus clases o tenga que renunciar a un trabajo; incluso debemos entender que algunas mujeres ejercen violencia al expresarse porque han sufrido cosas terribles y sus familiares les han dado la espalda, también la sociedad, guardando un enojo comprensible y, como en la última película del Guasón, a quien no se le da la atención necesaria se le puede impulsar a exigir. Como simpatizantes del feminismo, debemos aceptar que no todos nacemos pensando igual y que, así como debemos ser tolerantes a la hora de enseñar matemáticas a quien le cuesta trabajo, hay que ser tolerantes e inclusivos a la hora de explicar porque el acoso no debe suceder y por ahora es mejor hacer espacios exclusivos para mujeres.

Los hombres debemos ser más tolerantes y entender mejor el enojo y la vehemencia de algunas feministas y simpatizantes del feminismo. Debemos recordar que desaprender patrones muy arraigados en la sociedad no es igual de fácil para todos. Urge reducir la violencia contra la mujer, pero con insultos difícilmente persuades, y que en la mayoría de las veces no ganas nada y pierdes tiempo. Precisamente porque urgen resultados es que hay que mejorar el uso de los recursos.

Por supuesto que hay batallas que se deben dar con toda pasión: ante un caso donde no cabe duda que se abusó de una mujer, debemos luchar hasta el cansancio para que se reciba el castigo que merece y se desincentive esa conducta. Hay que saber escoger las batallas que vamos a emprender y ser muy estratégicos en dónde y cómo colocamos nuestros recursos y esfuerzos.

Otra forma de acelerar el combate a la violencia de género es enfocar más esfuerzos a difundir ejemplos concretos de cosas que hay que cambiar, por ejemplo, la campaña Date Cuenta de la Ciudad de México, clasifica como violencia tomar fotos escondidas a mujeres, chiflarles e invadir áreas exclusivas de mujeres en el transporte público. Es decir, hay que hacer menos generalidades y dar más ejemplos concretos.

Qué bueno que se hable del patriarcado. Mientras expongamos más ejemplos concretos de cómo opera y menos lo abordemos de manera genérica, avanzaremos más rápido.

Sabemos de la ausencia de mujeres en altos cargos directivos, por lo que se hace un llamado a que difundamos más específicamente cuáles son las razones que hacen que suceda esto, con ejemplos concretos y buscando mecanismos muy detallados para evitar que siga sucediendo.

Es muy común en el humano creer que tenemos la razón y cerrarnos a nuestra forma de pensar, pero si queremos una sociedad mejor debemos abrirnos y no ser tan soberbios, recordando que siempre existe la posibilidad de que estemos equivocados.

Necesitamos frenar la violencia contra la mujer porque es lo justo, es urgente y además, es lo que nos conviene para no seguir desperdiciando tanta creatividad y talento femenino. Para acelerar esta lucha hagámoslo de forma inteligente y más asertiva, empecemos todos por comprometernos a informarnos más del tema.

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