Una de las peores decisiones de mi vida fue el aprender a fumar. Tendría yo 12 o 13 años, en Valle de Bravo, en el pueblo, en una calle paralela al zócalo prácticamente vacía. Éramos tres escuinclas y pagamos diez pesos por una cajetilla de Marlboro rojos de la cual nos deshicimos a la primera oportunidad. A los 15 ya fumaba con regularidad: el del desayuno a las 7 am, en el coche, con compañeritas del colegio; martes y jueves por las tardes en clases de inglés. Para entonces ya había descubierto los Virginia Slims, largos, delgados y de sabor desagradable cuyo slogan era “You’ve como a long way, baby”. Me hacía sentir super cool, con aires de mujer de mundo y poderes mágicos. En fiestas, comidas, el baño, el coche, cualquier momento era bueno para fumar, había que aprovecharlo. A los treinta años tuve mi primer cáncer, en las cuerdas vocales. Tenía yo un chistecito alusivo: “Cual es el colmo de una locutora...?” aunque no fue nada gracioso. No obstante y a pesar de, la noticia de la reforma a la Ley General para el Control del Tabaco promulgada recientemente en México me hizo más ruido que la reunión de los Tres Amigos.

Hace mucho que dejé de fumar y no debería afectarme, pero es una ley muy radical que francamente no sé cómo va a ser implementada. La OMS aplaude, la BBC la llama ‘draconiana’. Según la entiendo yo y en breve resumen, de ahora en adelante se fuma solamente en privado y los productos que contienen nicotina se compran entre susurros y con pin: no se ven, ni se oyen, como si no existieran. Pero, la nicotina es un estimulante sumamente adictivo que ocupa el tercer lugar después de la heroína y la cocaína, con la diferencia de que las dos últimas son ilegales. Se consume por medio del tradicional cigarrillo o bien en un tubito de sabores, parche o chicle, dato poco conocido es que la nicotina también se encuentra en otros compuestos naturales como la berenjena, el jitomate, el pimiento rojo y la papa, aunque usted no lo crea. Un poco de nicotina sube los niveles de dopamina. Un mucho de nicotina provoca que suba la presión sanguínea la cual a su ve incrementa la velocidad del corazón. Quien fuma y no lo ha notado es que no se ha fijado bien. El humo del cigarrillo es maloliente, se impregna en todos lados, hace toser, llorar, contiene aditivos como arsénico, amoniaco, plomo, substancias radioactivas. Y no voy a empezar con el puro porque no acabo. No hay día que pase en que yo no piense en la nicotina sin importar su presentación. Y en aquel cáncer. Y los subsecuentes. Mi adicción no me lo permite. Son batallas épicas en mi cerebro tratando de traer a primer plano el hecho de que la satisfacción de la primera bocanada de humo se produce solamente una vez; enfrentamientos mentales que pueden durar horas, días, semanas. Cada cigarro no fumado es un punto a favor.

Yo he tenido la fortuna de vivir para contarlo, pero no siempre es así. Se estima que más de un 10% de las muertes en el país se relacionan al consumo de nicotina. El tabaquismo es una enfermedad crónica causada por la adicción a la nicotina que debe tratarse como tal. ¿Qué harán ahora l@s de por sí apestados fumadores? L@s del cigarrito ocasional, l@s del tabaco después del taco, a dónde irán? Que el gobierno cuide mi salud me parece muy bien. Que imponga reglas sobre lo que puedo o no hacer con mi cuerpo no es su papel. Eso me toca a mí.

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