Río subterráneo es un libro de cuentos. Cuentos que son un ejemplo de perfección. Que además dan noticia de una cuentística que se desliza del exterior a lo más profundo del ser humano, ese espacio negro donde pasan todas las cosas que nadie quiere que pasen, donde se siente lo que no tiene nombre y que sin embargo impone condiciones relevantes para la vida. Inés Arredondo es una maestra del cuento y este libro, publicado por primera vez en 1979 y ahora por el Fondo de Cultura Económica en 2020, es una joya que forma parte de la Colección 21 para el 21 que abonará a que México tenga más lectores. Lo forman una docena de textos que bien podrían ser la historia del mundo.

Inés Arredondo nació en Culiacán, Sinaloa, en 1928 y falleció en la CDMX en 1989. Sus cuentos tratan múltiples personalidades de hombres y mujeres que lo mismo viven en pueblos que en ciudades. Algunos de los cuentos de Río subterráneo podrían estar situados en un pueblo que ella amó profundamente, Eldorado, Sinaloa, una de las regiones agrícolas más exitosas hasta la fecha, con una hacienda azucarera donde trabajaba su abuelo. En este libro, don Hernán es el dueño. Aparece en el primer texto, “Palabras silenciosas”, donde desarrolla un asunto de la emigración china, y “Las mariposas nocturnas”, que nos sorprende con la fuerte personalidad de Lia y esa seguridad de ir por la vida sin llantos y aprovechando todo. Sin embargo, el espacio donde ocurren sus historias es sólo eso, porque de inmediato se percibe la poderosa estética de la introspección donde cada personaje aparece con su perfil sicológico que lo pone o lo quita del mundo. En el cuento “Río subterráneo” agrega algo: convierte una escalinata en un intenso personaje que está presente en los procesos de pérdida de juicio de Pablo, Sergio y Sofía.

Inés Arredondo es una literatura que mantiene despiertas toda clase de intenciones, de tal suerte que sus lectores no pueden evitar la introspección que los coloca frente a sí mismos. Leer a esta sinaloense genera varios placeres, entre ellos el placer de ser aunado al de no ser, y todo lo que hay en medio. Esta autora requiere ojos muy abiertos y un corazón comprometido con la vida. Cuentos como “Atrapada”, “Dos de la tarde” y “En Londres” les formarán recuerdos que luego se reafirmarán en sus sueños. Algo que les gustará es la relación de personas en las dedicatorias: A Ana y Francisco Segovia, Juan García Ponce, Huberto Batis, Juan Vicente Melo, Ernesto Mejía Sánchez, gran maestro en la UNAM, José de la Colina y otros.

No quiero cerrar este comentario sobre la enorme maestra y su libro, sin señalar otros volúmenes de esta colección concebida para que los mexicanos conozcan a los autores que han contado a sus generaciones: Elena Garro, Y Matarazo no llamó…; Guadalupe Dueñas, Tiene la noche un árbol; Amparo Dávila, Muerte en el bosque; Canek, de Ermilo Abreu Gómez; El libro vacío, de Josefina Vicens; podrán leer o releer a Rosario Castellanos, Balún Canán; Elena Poniatowska, Paseo de la Reforma; Carlos Monsiváis, Apocalipstick; José C. Valadés, Breve historia de la guerra con los Estados Unidos. ¿Quieren teatro? Está Emilio Carballido con Tiempo de ladrones y La historia de Chucho el roto. ¿Prefieren poesía? Forma parte de la colección Antología de poesía mexicana del siglo XIX, donde encontrarán poemas de 31 poetas que son básicos para la poesía mexicana del XX. En fin, amigas y amigos lectores, que nadie se queje por la falta de libros. Disfruten.

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