Es hoy el día para acudir a las urnas, a ejercer uno de los derechos que más han costado ganar a los mexicanos, el de darse a sí mismos los gobernantes que se desean a través del voto masivo en elecciones.

Si bien las posiciones políticas se encuentran tal vez más polarizadas que nunca y el encono entre las partes más que acentuado, es de esperar que la jornada electoral de hoy se lleve en calma y en un clima de concordia, con un voto razonado por cada uno de los electores que acudan a la cita con las urnas.

Después de todo lo que ha sufrido y le ha costado a México instaurar un sistema democrático confiable, si bien aún perfectible, si hay un país donde un fraude masivo es imposible es el nuestro, por la dureza de las normas y reglas electorales que votación tras votación se han ido perfeccionando y ajustando a las necesidades de los distintas ideologías y participantes, a fin de encontrar un equilibrio lo más equitativo y neutral posible.

Llegar a este instante, con un aparato electoral sólido y confiable, ha supuesto el esfuerzo, observaciones e ideas de miles de mujeres y hombres, así como la enorme inversión —no solo monetaria, sino también en creatividad y rigor— que se la ha puesto.

No es momento para dejar pasar la oportunidad para expresar mediante el sufragio, el respaldo o el rechazo a las propuestas de gobierno y la reconformación del aparato legislativo, pues es indudable que, aun más que las encuestas, son los comicios los que medirán el grado de aprobación y satisfacción de los mexicanos hacia su gobierno, y si desean la continuidad de éste o preferirán un nuevo equilibrio de fuerzas políticas.

Al acudir a las casillas hay que hacerlo en paz, sin buscar roces, confrontaciones o proselitismo, ni denostaciones contra quienes ahora representan a la oposición o contra los que ahora son gobierno después de tantos años de ser oposición.

Tampoco es momento de apatías ni de dar oportunidad al abstencionismo pese a que tal vez para muchos ninguna de las opciones en contienda resulten convincentes o ni siquiera se sabe bien a bien quién está postulado para representar al votante, o no conocer de él más allá de su nombre y del partido con el que está identificado en la boleta.

Que sea la razón la que dicte hoy cuál es la mejor opción para el país, y que sean unos comicios que se caractericen por una participación masiva, que demuestre que los mexicanos están interesados en su futuro y que están involucrados en la toma de decisiones que resultarán cruciales para definir el rumbo de México.

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