Latinoamérica y la región del Caribe, a diferencia de otras partes del mundo, tiene un enorme potencial de generar electricidad a partir de todos los tipos de las denominadas energías verdes: eólica, hidraúlica, solar, etc., en tal abundancia que los especialistas calculan que se cuenta naturalmente con la capacidad de satisfacer hasta 22 veces los requerimientos energéticos mundiales presentes y futuros, por lo menos los estimados hasta mediados del presente siglo.

Mientras en otras regiones de América Latina los megaproyectos para la producción de energías limpias comienzan a ser una realidad que está comenzando no solo a generar ganancias, sino también aportando múltiples beneficios a las localidades en las que están instaladas las plantas productoras, nuestro país se niega a sí mismo la posibilidad de incursionar experimentalmente en otras formas de producir energía y se apuesta por los métodos convencionales y las viejas tecnologías para hacerlo, con el ya sabido costo climático no solo para la nación sino para el planeta entero.

Parece que las autoridades mexicanas, que tienen la posibilidad de hacer un cambio en favor no solo de sus gobernados sino de la población mundial, no quieren entender que la producción de electricidad a través de las energías renovables, si bien requiere nueva infraestructura e inversión cuantiosa —que se puede amortizar con la intervención de capitales privados—, redunda a la larga en suministros de más bajo costo y un ambiente limpio de los contaminantes que se crean con la combustión de hidrocarburos.

Y además de la reducción inmediata de elementos de polución en el aire y el agua, el empleo de energías limpias y renovables tiene un importante efecto que se verificará en el largo plazo: la reducción en algún nivel del calentamiento global y del efecto invernadero sobre el medioambiente terrestre, con lo cual podría esperarse que se atenúen las inundaciones, las sequías, los incendios forestales y otros costos catastróficos que el mundo está pagando cada vez de forma más notoria como consecuencia de la actividad humana.

Pero da la impresión de que en México el gobierno mantiene una obsesión por las energías producidas a partir de la combustión de elementos fósiles, o si no ¿dónde están los planes emergentes que vayan más allá de cancelar energías verdes con tal de no beneficiar a ningún inversionista extranjero?