En distintas ciudades del país, dos casos de agresiones de elementos policiacos contra manifestantes se conocieron hace unos días y desencadenaron justificadas olas de repudio. El uso excesivo de fuerza policial ocurrió en las dos principales concentraciones urbanas del país: Ciudad de México y Guadalajara.

Tras la agresión multitudinaria contra una joven de 16 años, el viernes pasado, la autoridad en la capital del país instruyó a sus elementos a no confrontarse con un grupo de anarquistas que ayer volvió a salir a las calles y ofreció construir una corporación de ejemplo nacional.

Tras las agresiones a quienes protestaban por la muerte de un albañil a manos de policías, el gobernador de Jalisco pidió perdón.

Es indiscutible que el enojo de los llamados grupos anarquistas tuvieron esta vez una causa con nombre y apellido: Giovanni López y Melanie. Lo reprobable son sus métodos: destrozos, saqueos de comercios y uso de bombas molotov como su principal arma.

La actuación de grupos policiales se encuentra una vez más en la discusión nacional. De tan analizadas por especialistas, explicar la situación de las policías en México se convierte en lugar común: de manera general están caracterizadas por contar con elementos sin equipo, escasamente preparado y con salarios que apenas alcanzan para subsistir.

El tema central es el respeto a los derechos humanos, una cultura que aún está en proceso de consolidarse en las corporaciones de seguridad.

Las corporaciones policiacas de cualquier localidad no pueden seguir incurriendo en abusos mientras las autoridades ofrecen perdón y prometen el mayor esfuerzo para tener elementos de calidad.

México se encuentra en el peor de los mundos policías impreparados, mal pagados y poco capacitados. Remediarlo tomará tiempo, pero los gobiernos deben comenzar ahora.

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