En memoria de Óscar Bitar Haddad

En el papel, México es el país que más tiene por ganar con el reacomodo global de las cadenas de suministro provocado por la pandemia y la invasión de Rusia a Ucrania. México tiene un nuevo acuerdo comercial (T-MEC) que, bien aprovechado, tiene el potencial de consolidar al país como socio de primer nivel frente a las economías más grandes del mundo. Con el T-MEC, México tiene la oportunidad de sumar esfuerzos con Estados Unidos y Canadá para construir, de manera conjunta, cadenas de suministro resilientes y desvincularlas de China.  

Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), México podría generar ingresos adicionales por exportaciones de bienes por hasta en 35 mil millones de dólares en los siguientes años, cifra que representa el 7 por ciento de las exportaciones mexicanas en 2021. Más importante aún, ningún país de América Latina ganaría más que México. Según el BID, Brasil quedaría en un muy lejano segundo lugar atrayendo sólo una quinta parte de las ganancias mexicanas. Las ventajas del acoplamiento estratégico con Norteamérica son claras cuando enviar un contenedor a Estados Unidos desde nuestro país tarda 5 veces menos y es hasta 60% más barato que si se enviase desde China.  

En papel también, México podría beneficiarse con la reciente aprobación de la Ley de Ciencia y Semiconductores y la Ley para Reducir la Inflación en el congreso estadounidense. Con la primera ley, Estados Unidos destinará más de 52 mil millones de dólares para la investigación y manufactura de semiconductores. Poniéndolo en perspectiva, el presupuesto asignado al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) en 2023 equivale al 3 por ciento de la histórica cifra aprobada en Estados Unidos.  

Actualmente, México ocupa el lugar 17 en producción global de semiconductores. Desde al menos el año pasado, la Secretaría de Economía mexicana ha entablado pláticas con sus contrapartes, así como con el sector privado estadounidense para conocer cómo México pudiera insertarse en la producción conjunta de semiconductores. Aún es temprano para conocer los resultados de dichos esfuerzos.

La segunda legislación estadounidense con un impacto en México es la Ley para Reducir la Inflación. Gracias a la redacción final de dicha ley que limitó tentaciones proteccionistas, los consumidores estadounidenses podrían tener acceso a un estímulo de hasta $7,500 dólares para comprar vehículos eléctricos producidos en Norteamérica, aumentando así el atractivo para hacer y ensamblar coches en México.

Pero, a pesar de las oportunidades en papel, un reporte de UBS concluyó que México no era el principal beneficiario del nearshoring, oportunidad que sí estaba siendo aprovechada por países del sudeste de Asia, India y Corea del Sur. Durante un evento en Brookings la semana pasada, el asesor del presidente Biden para América Latina, declaró que México va atrasado en la producción de tecnología con respecto a sus socios canadienses y de Estados Unidos. El último reporte de la consultora Kearney sobre el tema confirma estas tendencias.

¿Sorprende después que otros países como Vietnam, clasificado como el número 1 mundial en el índice de potencial de nearshoring de Savills, sí aprovechen el contexto actual y ahora exporten seis veces más chips a Estados Unidos que México, que ocupa lugar 15 en del mismo ranking?

El capital se termina instalando donde los retornos son más altos y las inversiones más seguras (Goldy Hyder). Para verdaderamente explotar las ventajas comparativas del país en el ensamblaje, empacado, y realización de pruebas de calidad en semiconductores, se debe priorizar la inversión en educación, apoyar el establecimiento de shelters empresariales —que se han multiplicado por diez— y ofrecer garantías tanto a trabajadores como inversionistas sobre el compromiso del gobierno con el Estado de Derecho.  

Para convertir los sueños en realidad e insertarse exitosamente en secciones de alto valor en cadenas de producción global se debe actuar en consecuencia. El primer paso, según el exembajador Gerónimo Gutiérrez, empieza por tratar la relación de México con Estados Unidos y Canadá como una oportunidad única, no solamente como una necesidad económica.  

En 2018, Qualcomm abandonó una propuesta de 200 millones de dólares para producir semiconductores en el país y prefirió irse a Brasil al no lograr un acuerdo con el gobierno. Lo mismo pasó con Intel a finales de los 90s, cuando la empresa apostó por Costa Rica a pesar de las claras ventajas de nuestro país como destino de inversión. Tanto Costa Rica como Brasil convirtieron en referentes regionales de la industria de los chips. Las oportunidades que dejamos ir, alguien más las va a tomar. Ya alguien dijo que el que se va a la Villa…  

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Especialista en política comercial

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