El proceso electoral del Estado de México estuvo caracterizado por el infortunio y la esperanza. El infortunio por la pérdida de funcionarias y funcionarios electorales y de integrantes de algunas fuerzas políticas a causa de la pandemia provocada por la COVID-19. A ellas y ellos mi reconocimiento y agradecimiento por tener la oportunidad de conocerlos, especialmente a mi amigo Pedro Zamudio Godínez, te adelantaste, pero sé que estuviste presente todo el proceso electoral.

De esperanza, pues el Instituto Electoral del Estado de México “IEEM” supo reponerse del duro golpe, comandado por maestra Laura Daniella Durán Ceja quien como se dice coloquialmente, le entró al quite con una gran sensibilidad y capacidad de entender y resolver los diversos problemas propios de una elección compleja, siempre acompañada de las Consejeras y el Consejero Electoral que integran el máximo órgano de dirección del IEEM, y de la alta capacidad del Secretario Ejecutivo, y por supuesto, con el respaldo de todo el personal electoral que constituye el alma misma del Instituto Electoral del Estado de México, a todas y todos mi reconocimiento por su esfuerzo.

Los comicios ordinarios ya concluyeron, la ciudadanía tuvo una muy buena participación en las urnas, el seis de junio se convirtió en un día distinto, caracterizado por la voluntad mexiquense de participar, sin importar el frío, el clima cambiante y los riesgos de la pandemia, todas y todos querían tomar su decisión y así ocurrió. Como en todas las competencias algunas candidaturas ganaron y otras no consiguieron el triunfo, pero no perdieron porque solo se puede perder lo que se tiene o se posee y, durante una justa electoral, nadie tiene nada aún.

El trabajo institucional electoral fue de enorme importancia pues constituyó el cauce por el que el caudal de las diversas fuerzas políticas y candidaturas independientes pudieron coexistir y competir de manera ordenada, pacífica y respetuosa, para lograr el mayor número de cargos de elección popular y robustecer su presencia política en la Legislatura del Estado de México, así como en la conformación de los Ayuntamientos. De este modo, el Instituto Electoral del Estado de México garantizó que los intereses y pasiones humanas, siempre comprensibles, encontraran un espacio bien concertado para transitar.

Por su puesto que la crítica siempre estuvo presente, los comentarios que aportaron ideas para mejorar la organización y logística electoral, y los comentarios representados por el dedo acusador, por el juico inquisidor de aquellos que solo desean que algo salga mal para tener de que hablar, pero sus críticas igualmente fueron bien recibidas pues siempre tenemos una lección que aprender, es bien sabido que iniciar cualquier acción o comentario desde el rigor tarde o temprano se traduce en la amargura del ajenjo y nadie escapa de ese efecto.

El balance del trabajo institucional es favorable, no obstante, es innegable que siempre se puede mejorar, es parte de la evolución de una institución sana y sólida, es el resultado del esfuerzo de todas y todos, de la ciudadanía y de la población mexiquense.

Es casi un hecho que el Instituto Electoral del Estado de México tendrá una asignatura pendiente que sabrá atender y resolver, porque la vida democrática es más fuerte cada día, involucra a un mayor número de personas jóvenes convencidas que la violencia de cualquier naturaleza solo produce heridas o no deja curarlas, y que la participación pacífica y bien organizada en las urnas es la vía para proteger lo que se pretendió dañar.

Un proceso electoral más en el que todo estuvo listo para que la ciudadanía pudiera ejercer su derecho y cumplir con su obligación de asistir a las casillas y votar.

Los resultados, por lo menos en el Estado de México dejan una gran enseñanza a la clase política mexiquense, es hora de hacer bien las cosas.

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