Conocí a Gabriela Ortiz cuando era una niña. Sus padres, Rubén y María Elena, formaban parte del grupo Los Folkloristas, comandado en aquellos años por el inolvidable René Villanueva. Algunos integrantes del grupo eran amigos de mi hermana Andrea y yo los trataba como si fueran parte de mi familia; los escuchaba con gusto y algunas veces fui a la peña que tenían en la Colonia del Valle, en la calle de Manzanas. Gabriela Ortiz andaba por ahí, sin duda.

Muchos años después, la reencontré como muy prometedora becaria del desaparecido Fonca (yo era tutor de los poetas); y luego, pocos años más tarde, ya como tutora de los becarios jóvenes: comenzaba a cumplirse la promesa de la exbecaria. No me sorprendió gran cosa, por lo tanto, porque los conocedores decían maravillas de su trabajo, de su disciplina y de su talento. Escuché algunas composiciones suyas y me parecieron fantásticas; hace un rato me asomé a escuchar una pieza suya interpretada por el Cuarteto Kronos y otra por el Cuarteto Latinoamericano.

Ahora Gabriela Ortiz ha sido comisionada por la Filarmónica de Nueva York para componer una pieza que el año próximo, 2022, dirigirá Gustavo Dudamel, el brioso venezolano surgido de uno de los proyectos culturales más fecundos de nuestra época: El Sistema, creado y animado por un hombre excepcional, José Antonio Abreu, fallecido en 2018. Recuerdo que las primeras historias que escuché sobre Abreu me fueron referidas por mi querido amigo Manuel de la Cera, que conocía sus trabajos y los admiraba incondicionalmente.

Gustavo Dudamel y Gabriela Ortiz formarán una mancuerna digna de todo nuestro interés. Ya los admirábamos por separado; juntos en ese trabajo neoyorquino serán una fuerza creativa formidable.

A pesar de que era de esperarse algo así, me impresionó leer la noticia de la tarea que se le ha pedido emprender a la compositora mexicana y disfruté enormidades leer la entrevista que le hizo nuestra compañera Alida Piñón, reportera de la sección de Cultura.

El tema de la encomienda neoyorquina a Ortiz es el matrimonio Schumann, Robert y Clara. La compositora mexicana le dará mayor relieve a Clara, según lo que cuenta en la entrevista con EL UNIVERSAL; todo parece indicar que su trabajo tendrá largo alcance y un valor muy grande, refrendo de todo lo que ha alcanzado Gabriela Ortiz en su trayectoria como creadora, investigadora, maestra universitaria.

Habrá más de cuatro que, por nacionalismo, pongan en duda el valor de la invitación de la Filarmónica de Nueva York a esta artista mexicana. Lo importante, según ellos, es el reconocimiento en el propio país; casi no vale la pena salirle al paso a una postura como esta. Lo cierto es precisamente lo contrario: un reconocimiento como ese debería darnos un gran gusto.

Así las cosas, hay que felicitar de todo corazón a Gabriela Ortiz y esperar el fruto de su trabajo con Dudamel y con la orquesta de Nueva York.