En la entrega más reciente del Confabulario, suplemento de El Universal, aparecieron unos pasajes de los Diarios de un revolucionario, de Victor Serge. Los años 1936 a 1947 enmarcan las páginas de ese libro excepcional, publicado en 2021 con el sello de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) en coedición con la Universidad de Puebla. Pocos libros históricos han aparecido, en los últimos años, de importancia parecida a este de Victor Serge, editado al cuidado de Claudio Albertani, profesor de la UACM.

Victor Serge nació en 1890 en Bruselas, en el seno de una familia de revolucionarios rusos; murió en México en 1947. Fue un individuo multidimensional, pero su legado cardinal consiste en un puñado de libros extraordinarios. Escritor y político, dio testimonio de la turbulenta política de la primera mitad del siglo; fue al mismo tiempo el protagonista, el testigo, el historiador y la víctima de esa política: perseguido, exiliado en el interior de su propio país y luego expulsado de éste. ¿Su crimen? Oponerse desde la izquierda al dictador Stalin y mantener de modo intransigente una postura regida por valores profundos a los que nunca renunció. Serge es una de las grandes figuras no reconocidas en la accidentada deriva del siglo XX, en su cultura, sus transformaciones y sus atrocidades. Sus novelas, ensayos, polémicas, poemas, reportajes, forman un conjunto de lectura estremecedora. Sus Diarios son en varios sentidos el centro de ese conjunto, al lado de su libro más conocido: las Memorias de un revolucionario.

El trabajo de Albertani como editor de esta obra es ejemplar. El libro contiene fundamentalmente los escritos en los que Serge va registrado sus experiencias de exiliado y su estancia en México, en donde habría de morir en 1947; el texto está bien traducido por el propio Albertani y por Francesca Gargallo. Pero además hay, en este volumen, abundante material informativo en forma de índices, breves artículos de los personajes mencionados, notas, bibliografía y un cuadernillo de imágenes en las que figuran, junto a fotografías de gran valor, dibujos del pintor Vlady (Vladímir Kibalchich), hijo de Serge, su compañero de exilio en Oremburgo y en América y en muchos sentidos el guardián de su memoria y de sus escritos (Vlady era él mismo un escritor agudo, además de pintor y dibujante formidable).

El libro tiene casi 700 páginas: leerlo es viajar al corazón tenebroso del siglo pasado. Su idioma original es el francés, lengua literaria de Serge, que conocía también el ruso, el alemán y el español.

La militancia política coexiste en Serge con una curiosidad inmensa. Asediado por las persecuciones, la pobreza, las traiciones, persiste en escribir y lo hace magistralmente. Es un escritor de primerísima línea, pero sus libros son, como suele decirse, “de culto”, lo cual no deja de ser injusto. Estos Diarios lo muestra con plenitud.

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