Uno de los primeros estudios serios sobre una potencial catástrofe ambiental en el mundo entero se publicó hace cincuenta años en 1972, por el Club de Roma, organismo que reunió a científicos de diversos campos del conocimiento, el resultado fue el estudio denominado Los límites del crecimiento. En este estudio se realizaron simulaciones sobre crecimiento económico, poblacional, degradación ambiental y uso de recursos naturales; la conclusión fue catastrófica: en el siglo XXI el mundo podría colapsar como consecuencia del agotamiento de los recursos naturales y la sobrepoblación. Los Gobiernos y empresarios del mundo lo sabían, pero hicieron muy poco. El destino nos está alcanzando y es tarde, pero imprescindible de actuar. Corresponde a Gobiernos, empresas y sociedad hacer algo por la naturaleza. El futuro de la humanidad está en riesgo.

Puede sonar alarmante, pero el crecimiento desmesurado de las ciudades es ya un problema en varios lugares. Las necesidades de agua potable y la generación de aguas grises y negras están agotando las fuentes sustentables del líquido vital no sólo las cercanas, sino también la de regiones vecinas. Es cada vez más frecuente escuchar que el agua será la principal causa de conflictos en el futuro. Tal vez ya lo es, pero no lo hemos dimensionado. La gestión del agua, desde su producción hasta su uso y su comercialización deben cambiar. Si bien es plausible considerar que el acceso al vital líquido es un Derecho Humano , también debe serlo que la extracción y distribución tienen un costo. Alguien debe pagar por ello, el consumidor final o los contribuyentes a través de impuestos. De ningún modo podemos decir que el acceso al agua potable es gratis.

La movilidad en las ciudades debe acelerar su transformación. En México se sigue dando prioridad y preferencia al tránsito vehicular sobre el uso de bicicletas, transporte público o simplemente anda a pie. Es trágico-cómico observar que la mayoría de los vehículos que circulan por la Ciudad de México transportan sólo al chofer. No se ha logrado fortalecer la cultura de compartir vehículos. El exceso de vehículos fomenta contaminación atmosférica y auditiva, genera estrés y tráfico al por mayor. En muchas ocasiones es más rápido usar otros métodos de transporte alternos al vehículo personal.

En las ciudades abundan los puentes mal llamados peatonales, creados para no molestar a quienes conducen vehículos. Con estos puentes se castiga al peatón , que no contamina y no genera tránsito vehicular, pero debe utilizar los puentes para cruzar una avenida. Este es un claro incentivo para utilizar autos que contaminan en lugar de simplemente caminar.

Los Gobiernos, en sus diferentes niveles, tienen elementos para desincentivar el uso de autos. Los impuestos a la propiedad de vehículos es uno de ellos. Cobrar por estacionarse en lugares públicos, a través de parquímetros, es otro. Cerrar el flujo vehicular de diversas zonas, como son los Centros Históricos de algunas ciudades, es otra. En resumen, se debe encarecer el uso de autos personales y simultáneamente se debe crear infraestructura que fomente el transporte masivo, el uso de bicicletas o caminar. El problema no es sólo ambiental, también es de salud pública , de infraestructura y hasta de política laboral.

Varias medidas que se deben tomar no son populares. Cobrar por el uso del agua, encarecer el uso de vehículos o cobrar el costo real del transporte público a nadie le gusta. Mucho menos a los Gobiernos en turno que tienen en la mira las elecciones siguientes y que buscan el voto evitando medidas impopulares pero necesarias. La población también debe cambiar, es necesario reconocer que la tendencia actual respecto al consumo de agua y uso de vehículos es un camino directo al desastre. Es mejor actuar ahora si queremos seguir viviendo en las grandes ciudades.

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