Hace aproximadamente veinte años un par de jóvenes matemáticos de la FES-Acatlán realizaban investigaciones, utilizando el paradigma de la complejidad, para intentar resolver el problema del excesivo tráfico en la CDMX. Su argumento era que, de no actuar y dejar que las cosas siguieran por el mismo rumbo, un día la población intentaría salir de sus casas y se encontraría con que el excesivo tránsito vehicular habría convertido a la ciudad en un estacionamiento gigante. Le perdí la pista a ese estudio, pero no a lo que se ha apostado en la capital del país: segundos pisos, ampliación de las redes de calles y avenidas pavimentadas así como creación de diversas líneas del Metrobús y abandono del metro. Los resultados están a la vista y son desastrosos: imposible utilizar las calles y avenidas en vehículo, transporte subterráneo sin mantenimiento donde abunda el hacinamiento y lentitud mientras que los metrobuses se siguen uno a otro cual tren con vagones sueltos e ineficientes. El modelo debe cambiar. Otras ciudades deberían mirarse en el espejo de la capital del país.

El problema de la contaminación de ningún modo es nuevo. Hace por lo menos cincuenta años científicos de diversas instituciones internacionales advirtieron sobre el excesivo crecimiento poblacional y sobre la contaminación entre otros temas. Lamentablemente hicimos muy poco, si acaso algo, y hoy las palabras calentamiento global y cambio climático son cotidianas. Algo que en su momento como sociedad no hicimos fue apostar por nuevas líneas del metro y por dar mantenimiento adecuado a las existentes. Al paso de los años este camino nos ha traído hasta donde estamos: un sistema de transporte saturado permanentemente, con mayor distancia entre convoyes y más lentos. Un sistema que durante décadas fue orgullo nacional y fue el espacio para la filmación de películas de ficción se deterioró dramáticamente con el paso de los años.

En 2005 se inauguró la primera línea del Metrobús. Desde siempre se dieron críticas a esta línea: en realidad no resolvería el problema de largo plazo y sólo llevaría el problema del transporte masivo a administraciones futuras. La alternativa era el fortalecimiento del sistema de transporte colectivo Metro. Sin embargo, las inversiones de este último son por mucho muy superiores a las del Metrobús y no generan flujo de ingresos de manera inmediata. La apuesta ya la sabemos: diversas líneas del Metrobús que generalmente van saturados y, cuando hay tráfico, que viajan en fila uno tras otro, convirtiéndose en una especie de metro desarticulado e ineficiente.

En otro artículo demostré que el número de vehículos particulares ha crecido de modo escandaloso en los últimos veinte años. El espacio geográfico de la CDMX sigue siendo el mismo para un número creciente de vehículos. No sorprende entonces que en algunos trayectos sea más rápido, y menos estresante, caminar que viajar en auto. No sólo eso: el costo de tener vehículo particular se ha incrementado dramáticamente no sólo por su uso, sino por los gastos asociados como seguro, estacionamiento y propinas a los limpiaparabrisas. Lamentablemente el tener vehículo sigue significando tener cierto status en la sociedad. Fomentar esta industria también nos ha traído hasta donde estamos.

Por saturación, por contaminación y por stress es necesario cambiar de modelo de transporte. Definitivamente la solución pasa por fortalecer al sistema de transporte colectivo, dando mantenimiento y asegurándose de tener trenes de mayor calidad y reduciendo el tiempo entre uno y otro, así como por la generación de incentivos para reducir el uso de autos particulares. El excesivo tránsito vehicular parece no ser suficiente. Una posibilidad es crear carriles exclusivos para vehículos con al menos tres pasajeros, esto ayudaría a compartir vehículos que reducirían el tránsito vehicular y agilizarían la circulación. Otra medida que ya se empezó a tomar hace ya varios años, es cerrar la circulación de diversas calles al transporte automotor y hacerlos exclusivos para ciclistas y peatones. Diversas ciudades en Europa lo están haciendo. En la CDMX no es tarde para tomar medidas drásticas y valientes que ayuden a tener un mejor sistema de transporte. Otras ciudades que están creciendo deberían aprender de la experiencia de la capital del país y tomar mejores decisiones.

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