¿Qué implica realmente ser presidente?

Esta pregunta es compleja y admite diversas respuestas según el enfoque que se adopte. En primer lugar, ser presidente implica ser un administrador competente, ya que la dirección económica del país recae en gran medida en sus manos. Además, se espera que sea un líder social, pues tuvo que haber conectado con una gran parte del electorado para llegar al cargo. Estos dos aspectos son los más evidentes, pero hay otros menos tangibles que merecen atención, incluso por parte de los mismos presidentes.

El presidente de México no sólo ejerce el poder ejecutivo, sino que también se convierte en una figura histórica que moldea las condiciones sociales de su tiempo. Sus decisiones pueden influir en la percepción internacional de México, como lo demostraron casos como la declaración de guerra a la Alemania Nazi durante el gobierno de Manuel Ávila Camacho, o la adopción de la política de no intervención en conflictos extranjeros durante el gobierno de Pascual Ortiz Rubio, una política que ha caracterizado al país desde entonces.

El presidente se convierte en una figura mediática cuyo legado trasciende a todos los sectores de la sociedad, y en algunos casos, incluso a nivel internacional. Lamentablemente, este aspecto trascendental a menudo es descuidado por quienes ocupan el cargo. Algunos presidentes prefieren tomar decisiones a corto plazo que pueden proporcionar estabilidad inmediata pero manchan su legado para siempre, como fue el caso de Díaz Ordaz, Luis Echeverría y López Portillo, por mencionar algunos de los ejemplos más grotescos.

Sin embargo, Andrés Manuel López Obrador ha demostrado tener una conciencia clara del legado histórico que conlleva la presidencia. Durante su mandato, ha tomado decisiones difíciles que tienen repercusiones a corto plazo, como la reducción de la libertad presupuestaria para garantizar la austeridad republicana, o la implementación de programas de apoyo directo, a pesar de las resistencias que ello pueda genera. Con ese mismo propósito se presentaron las reformas constitucionales del final de

este sexenio, buscando materializar en la ley los ideales que proclamó Andres Manuel durante su mandato: por el bien de todos, primero los pobres, la promoción del bienestar y la reducción de los privilegios.

Estas reformas buscan forjar una imagen presidencial que perdure en el tiempo, mucho más allá de los intereses inmediatos de su época.

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