El grado de avance del Covid-19 motivó que el gobierno de la República diseñara una amplia campaña publicitaria para concientizarnos de que guardar una adecuada distancia física con los demás constituye una de las mayores y más fáciles medidas preventivas ante la pandemia.

El impulso de esta campaña representa una medida bien pensada, en el contexto de una comunicación política que hasta ahora se ha distinguido por su falta de planificación, oportunidad y consistencia, y que ante el tamaño de la crisis que se avecina, si tomamos como espejo a Italia, España y EU, se asoma con dimensiones catastróficas. No obstante, la idea publicitaria de tomar distancia constituye una buena metáfora para afirmar que nos encontramos frente a una coyuntura que impone al Presidente de la República y a sus voceros, guardar una sana distancia respecto de ideas, convicciones y creencias que hasta hoy se han mostrado altamente confusas y desorientadoras, para que del gobierno pueda asumir la rectoría de la crisis mediante un liderazgo capaz de incidir adecuadamente en la sociedad, moviéndola unitariamente hacia la preservación o la recuperación de la salud.

Es momento de marcar #SusanaDistancia de las convicciones religiosas para dejar de atribuirles poderes sobrenaturales protectores ante la pandemia, que abanderadas por el Presidente adquieren una importante fuerza persuasiva sobre una sociedad mayoritariamente creyente, en abierto conflicto con el principio de laicidad. No olvidemos que fue Juárez quien terminó con la costumbre de que las autoridades asistieran a ceremonias religiosas con carácter oficial, pero a la distancia parece que este tipo de representaciones se han vuelto a instalar en Palacio Nacional, ahora desde el discurso oficial.

Urge, por el contrario, un indispensable acercamiento a la comunidad científica, para conocer la dimensión del problema, decretar las medidas mitigatorias y definir la ruta de acción gubernamental en preparación del momento más complejo que vendrá a mediados de abril. No por nada, hoy en día los servicios médicos y los conocimientos científicos, esencialmente de los epidemiólogos, están cargando el peso de la supervivencia de la humanidad entera.

El Presidente debe tomar conciencia además, de que nuestro ordenamiento jurídico contiene la ruta para afrontar la pandemia, a través de instituciones como el Consejo de Salubridad General, con altos funcionarios y especialistas, a quien corresponde la potestad de emitir directrices obligatorias para garantizar la salud de la población y, en el extremo, mediante la autorización para suspender derechos y libertades si la situación se agrava aún más. En este sentido, es prudente que oponga #SusanaDistancia respecto a sus ideas y posturas personales, dejando de asumir que con la solidez de la familia mexicana, las finanzas públicas, la fuerza moral de las personas y con el acompañamiento de estampitas y amuletos nada grave nos pasará. El gobierno basado en impulsos personales debe ceder el paso al de las decisiones racionales apegadas al orden constitucional, porque como lo expresó Juárez, “un gobernante no debe tener más bandera que la ley”.

Además, es este un momento clave para tomar #SusanaDistancia de la estigmatización de la sociedad en ángeles y demonios, conservadores y fifís, porque mantenerse en ella conduce a prejuicios como el expresado por el Gobernador Barbosa, para quien el Covid es una enfermedad de los ricos, y los pobres son inmunes a ella. Es tiempo de alejarse rápidamente del revanchismo y la polarización social y despejar el camino para que desde la jefatura del Estado se pueda hilvanar un discurso cohesionador, que neutralice las disputas políticas y convoque a la unidad, armonía, solidaridad, y a la acción y responsabilidad colectiva.

No está demás destacar que #SusanaDistancia es requerida para que el ejecutivo se aleje de las promesas de campaña ante su electorado y agarre la batuta de una acción de gobierno global y para todos, pero con los acentos necesarios para ayudar y alentar a los que menos tienen, y ocuparse al mismo tiempo de los incentivos y las facilidades para que las pequeñas y medianas empresas puedan sobrevivir o sobrellevar este momento. Que vea por los trabajadores y por los empleadores, que ofrezca un plan de apoyo a quienes trabajan en la informalidad y a quienes contribuyen con el Estado mediante sus impuestos.

En suma, el Presidente necesita acercarse integralmente a la dimensión del reto, para que con altura de miras sea capaz de ponderar la necesidad de proteger la actividad económica nacional y la exigencia, no menos trascedente, de garantizar la salud y la vida de la población.



Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.
@CesarAstudilloR

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