El fin de semana fuimos testigos de distintos hechos que nos conmocionaron. En El Paso y en Dayton, dos jóvenes estadounidenses hicieron gala de su pretendido derecho a matar. Ese mismo sábado y domingo, continuó la escalada de muertes violentas en nuestro país, al tiempo que en redes sociales se viralizaba el video en que un cártel, haciendo ostentación de sus armas de uso exclusivo del ejército, anunciaba su incursión en un nueva localidad.

Estos acontecimientos confirman que se ha venido perdiendo el sentido de humanidad propio de nuestra especie, en un contexto caracterizado por la circulación mundial de un poderoso armamento capaz de privar de la vida, en instantes, a cientos de personas.

Sólo desde la insensatez o la extrema ignorancia se podría pensar que los grotescos actos de EU no ocurrirían, cuando desde la campaña electoral, su hoy presidente profirió interminables ofensas, insultos y expresiones discriminatorias hacia los inmigrantes, específicamente a los mexicanos, con la deliberada intención de ubicarlos como enemigos del país, de atizar la animadversión entre sus seguidores, e incitar, abierta o veladamente, al odio y a la violencia.

Es evidente que el discurso de odio y xenófobo que ha abanderado el líder del país más poderoso del mundo, tiene sus efectos más lamentables en la irrupción de fanáticos que ocultos en sus fobias, inspirados por la segregación y agazapados en su violencia contenida, se creen superiores a partir del color de su piel o de su país de origen, y en cuya demencia justifican la aniquilación de inocentes.

Dentro de su cobardía, el escuchar la voz de su líder político señalar que los mexicanos que migran son violadores, narcotraficantes y criminales, los ha conducido a un negacionismo de su historia migrante, impulsándolos a emprender una peligrosa limpieza étnica o cruzada racial que por las dramáticas experiencias vividas con el nazismo, el Ku Klux Klan y el genocidio de Ruanda, sabemos a donde conducen.

En un contexto de vecindad geográfica en el que la comunidad de origen mexicano asciende a 40 millones de residentes en EU, y en donde un millón de personas cruzan diariamente, carece de sentido una ley nacional de armas de fuego, cuando ellos tienen una blandengue regulación que permite a cualquier persona comprar un arma sin requisito alguno, amén de la extrema permeabilidad a la migración armamentística en la frontera.

Ante esta realidad y estos sucesos, la posición del gobierno mexicano debe ser firme, apremiante, contundente y aleccionadora. Firme para exigir una regulación nacional, y no sólo fronteriza para la venta y adquisición de armas en los EU; apremiante para endurecer coordinadamente los controles en la frontera común; contundente para reclamar que dichos actos sean considerados terroristas, al haber sido cometidos por quienes han infundido terror con el propósito de lograr resultados políticos.

Pero sobre todo, aleccionadora, para evidenciar ante el mundo que no estamos ante un hecho delincuencial cualquiera, sino ante un acto dirigido intencionalmente a atentar contra la vida de nuestros connacionales, pero cuyas repercusiones van más allá, al extremo de lastimar la dignidad de una nación entera y poner en riesgo la integridad de las comunidades migrantes a nivel global, obligándonos a demostrar firmeza en que dichas manifestaciones resultan intolerables y que requieren de un castigo ejemplar que pueda contener a esos apologetas del delito y del terror.

Ni qué decir tiene que las sociedades solo cierran ciertas heridas cuando ven que su gobierno sanciona eficazmente los actos de lesa humanidad. De ahí que a esos asesinos haya que extraditarlos para que sean juzgados en nuestro país, y para que mandemos un poderoso mensaje de que similares conductas son inadmisibles en cualquier lugar del mundo, pero que lo son aun más entre países vecinos que están destinados, de por vida, a mantener una relación, nos guste o no, de cercana convivencia.



Académico de la UNAM.
@ CesarAstudilloR

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